Lopetegui maniata al Barça
- Sergio Vázquez
- 5 oct 2020
- 3 Min. de lectura
El Sevilla, mejor que los culés en muchos tramos gracias a la excelencia táctica, suma un punto ante los de Koeman, sin piernas ni ideas
Cuando el fútbol se parece al ajedrez, menos gusta a los aficionados y más a los entrenadores. Lopetegui puso el tablero y ordenó sus fichas: un equipo lleno de peones, en el que él es el rey y tiene en Navas a su alfil, en De Jong a su torre y la reina es Koundé: sirve para todo. A partir de la pizarra, el Sevilla se sintió a gusto en el Camp Nou y se creyó que pudo ganar con el 0-1, obra de De Jong, y también tras el inmediato empate de Coutinho. El Barça, dinámico y vivaz en las dos jornadas anteriores, se quedó sin oxígeno.

Koeman plantó a los mismos sobre el césped excepto a Lenglet, expulsado en Balaídos, por Araujo, tercer central si el mercado no dice lo contrario. Lopetegui dio entrada a Acuña en el lateral izquierdo y Suso reemplazó a Munir. Rakitic volvió al Camp Nou, donde De Jong se reencontró con su pasado.
A Barça y Sevilla no les habían marcado en 180 minutos y ellos se marcaron en diez. El que avisa no es traidor, y el Sevilla avisó con los córners en corto. En el segundo, Suso garabateó ante Ansu Fati, Koundé peleó la pelota y De Jong la reventó con un disparo que Neto ya vio en la red. El holandés, a gusto en su rol de faro, volvió al estadio en el que lo falló todo. Se ha alterado la rutina del ex del PSV: antes marcaba entre fallo y fallo y ahora falla entre gol y gol.
Espabiló el Barça al instante. El pase de memoria de Messi para Jordi Alba quiso cortarlo a toda costa Navas. Cometió un error el lateral, algo menos usual que un eclipse. La asistencia al revés la aprovechó Coutinho, renovado en su segunda etapa como barcelonista. Pareció que ambos equipos tiraban el tablero, pero el partido volvió rápidamente al laboratorio.
Lopetegui vio desde la grada como su plan se cumplió a la perfección. Después de haber encontrado espacio entre la zaga de Villarreal y Celta, el Barça se empeñó en entrar por el medio. Los albañiles de Lopetegui habían alzado un muro infranqueable. Ansu Fati y Griezmann no abrieron el campo y no hubo rastro de Alba ni Sergi Roberto. Koeman nunca supo encajar las piezas del puzzle de Lopetegui.
Emergió además la figura de Koundé. El central francés lleva en la sangre el oficio de central. Koundé ama defender. De niños todos queremos ser delanteros, pero él soñaba con ser central. Son de esos que se presentan al trabajo silbando, diez minutos antes, invitan cada día en la máquina de café y no tienen prisa en marcharse. Si el Sevilla otorgara un premio al empleado del mes, Koundé debería alquilar un desván. Ya se hizo enorme ante Lukaku y Lautaro, intimidó a Lewandowski y tampoco se achicó ante Messi. En la otra orilla, una de las mejores noticias para el Barça fue el nivel de Araujo, atento y correcto durante todo el encuentro.
Los hispalenses, acostumbrados a salir atropellados de los grandes estadios, estuvieron cómodos durante casi todo el partido, subidos a los músculos de Fernando. Griezmann tuvo dos de las pocas ocasiones culés: en la primera no definió bien y en la segunda se adelantó demasiado la pelota. Cuando se marchó sustituido, pareció darle igual. La abulia se ha apoderado del francés, y cada vez parece más difícil recuperarle.
La mejor para el Sevilla llegó del fuego amigo de Araujo. Un centro desde la izquierda lo desvió el central al travesaño de su propia portería. El Barça, en su versión menos efervescente, con signos de parsimonia de la era preKoeman, solo encontró consuelo al final. Con la energía de Pedri y Trincao, llegaron los últimos acercamientos. El más claro fue el del portugués, que remató al cuerpo de Bono. Tuvo jugadas de jaque el Barça, pero nunca fue mate.
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