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Las finales son del Real Madrid

Son tiempos extraños. La final de la Champions se jugó en agosto. La fase de grupos empezó en octubre. Parece que haga mucho desde el 14 de marzo, pero a la vez es como si hubiera pasado todo muy rápido. En esta contradicción temporal, basada en la percepción constante de que el día pasa lento y la vida va muy deprisa, jugaba el Real Madrid una final en noviembre. Y, con Zidane en el banquillo y Ramos en los córners, este Madrid gana todas las finales.

Se presentaban los blancos con el agua al cuello, obligados a salir a flote en su competición fetiche. No nadaba más tranquilo el Inter, sin victorias tampoco en esta Champions y con tan solo tres triunfos en el curso. Zidane alineó lo que pudo en defensa y lo que quiso en ataque. El francés habla con sus gestos y, siempre que puede, acompaña a Benzema con Hazard y Asensio.

El belga y el español descorcharon el partido. Handanovic abofeteó el balón en el disparo de Asensio y también se despeinó en un zambombazo lejano de Valverde. Salió el Madrid con todo, como si le esperara la decimocuarta al final del partido. Se favoreció además del tembleque de piernas de los italianos, unos flanes en las salidas. Los defensas no se daban pases, se daban problemas.

Valdebebas enseguida se convirtió en un hipódromo. Se contagió el Madrid de lo dicharachero del rival. Fue una primera parte pendular, que si un remate de Barella que toca en el travesaño, que si un obús de Arturo Vidal que roza el palo, que si una dejada de Benzema que remata al suelo Valverde. El partido tenía la mecha prendida. Tanto jugó con fuego el Inter que se quemó.


El área todavía olía a Benzema cuando Achraf le asistió, como si siguiera de blanco. En el duelo de velocistas, le encimó Mendy y Achraf cedió el balón a su portero. Tanto se habló del marroquí en la previa, ahora que el Madrid lo necesitaba tanto sin laterales, que le regaló el primero gol a Benzema. El francés, en su versión más glotona, solo tuvo que quitarle el papel al caramelo.

Los de Conte, a los que se les presumía ordenados, eran como un cajón de calcetines con pares sueltos. Acostumbrados a jugar por repetición, al engranaje de los italianos le faltaba la pieza más importante: Lukaku. Nadie ejercía de baliza, bastante tenía Lautaro con despegarse de Ramos. Así llegó el córner con copyright. La puso Kroos como si lanzara un frisbee y Ramos, con la frente imantada, no faltó a su cita con las finales. El cabezazo, patentado en la Creative Commons, significó el gol 100 del camero.

Lejos de sacar la bandera blanca, el Inter respondió. Trenzó una jugada preciosa: un taconazo del sorprendente Barella y un disparo certero de Lautaro. El argentino es un nueve fino pero con colmillo, juega con esmoquin pero usa martillo. Patina fuera del área y dentro pisa con firmeza.

El descanso sentó mejor al Inter. Se petrificó el Madrid, en parte por el susto da Hazard, en parte porque el equipo de Zidane pierde la cobertura en algunos tramos. Preocupan las desconexiones físicas y mentales en un equipo bipolar, capaz de domar al rival a ratos, pero también de mostrar una imagen diluida. Con Rodrygo y Vinicius en el campo, Ramos se despistó por primera vez en la noche y Lautaro escapó de la jaula. Habilitó con un pase de voley a Perisic. Lucas pasó de largo ante el control del croata, que disparó mal pero bien.

Le sentó mal el gol al Madrid. A punto estuvo de tener un corte de digestión en varias ocasiones, especialmente en un lanzamiento de Lautaro que escupió el palo. Se veía tan fuerte el Inter que fue a por el partido. Por eso lo acabó perdiendo en los pies de los meninos. Valverde, un Hummer que llega a todas partes, proyectó a Vinicius, que corrió como si ardiera el suelo. Conectó en el otro lado con Rodrygo, que apalabró el gol con su control y clavó el disparo en la red de Handanovic. Tiene el brasileño ese qué se yo con Europa, ese no sé qué con los acordes de la Champions. Al fin y al cabo, su equipo jugaba una final en su competición. Con sufrimiento, con la aparición de algún actor secundario, no importa mucho el guion de la película porque todos nos sabemos el final. Era una final y no fallaron los merengues. El Madrid de Zidane no juega finales. Las gana.

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