Ansu Fati y Messi hechizan Balaídos
- Sergio Vázquez
- 2 oct 2020
- 3 Min. de lectura
El acierto del joven y las ganas del argentino dan la victoria al Barça en Balaídos cinco años después, pese a jugar más de media parte con diez
Ansu Fati no puede votar. No puede conducir un coche. Pero ya rompe maldiciones. Este asesino no es que tenga cara de niño, es que lo es. A los lomos de su gol se subió un Barça que, tanto con once como con diez, fue un equipo compacto y disciplinado. En un estadio maldito en las últimas cinco temporadas, no sufrió el Barça, en parte gracias a Ansu Fati, en parte gracias al hambriento Messi, pero sobre todo gracias a la ambición colectiva. En un día de perros, el Barça se aplicó como una manada.
Koeman clonó el once que puso en liza ante el Villarreal. Coutinho repitió en la mediapunta y Ansu Fati volvió a bailar claqué en la banda. Óscar, criado en la escuela cruyffista, armó una defensa de cinco, con Denis de catapulta de Emre Mor y Aspas, verdugo de los azulgranas en las últimas temporadas.
Cuando el partido daba sus primeros pestañeos, apareció de nuevo Ansu Fati. Tiene prisa. Otra vez en el primer chute de su equipo clavó la pelota en la red como una estaca. Control y disparo con el exterior. Pareció Eto’o pero fue Ansu Fati. Lleva once goles en dieciséis disparos a puerta con el primer equipo. Marcar goles así de fácil con diecisiete años es como fumarse el primer cigarro y no toser.
Al Celta se le cayó el plan desde el inicio, pero quiso mantener la presión alta. Más a gusto en velocidad, demasiado abandonado a las excursiones de Emre Mor, los celestes apenas probaron a un seguro Neto con disparos de los imberbes Veiga y Fontán. El Barça no sufría gracias al trabajo de Busquets y De Jong, ayudado por el dinámico rombo ofensivo. Los cuatro atacantes culés van en patines, intercambian constantemente las posiciones y su objetivo es llegar rápido a la portería contraria.
El Barça es ahora un equipo aseado, sale al campo con la cara lavada. De jugar atormentado, a hacerlo sin ataduras. Koeman se llevó los mayores disgustos al final de la primera parte con las tarjetas rojas. Primero una a Piqué, que quedó anulada por el VAR, y luego una doble amarilla a Lenglet, esta irremediable por la tecnología. El francés, amonestado al inicio, frenó el avance de Denis Suárez poniéndole el brazo en el pecho. Para Del Cerro fue suficiente.
Entró Araujo por Griezmann, tan silencioso como de costumbre. Fue el final de una primera parte entre zarzas, en la que el Celta también metió a un central, Araujo, por la lesión de Fontán. Cuando parecía que iba a sufrir el Barça, que se podían escapar puntos fuera de casa, la sangría de la temporada pasada, apareció el capitán. En la primera parte el Barça jugó bien con Messi; en la segunda, gracias a él. Se volvió a ver la mejor versión de La Pulga, omnipresente y chisposo. El segundo gol no llevará su firma, pero él compró el bolígrafo. Dejó atrás a varias sombras y puso un centro que Olaza se metió en su propia portería.
El ‘10’ no encontró el gol por más que lo buscó. Aprovechó un disparo al palo de Coutinho, renovado en la posición de mediapunta, pero tenía un mechón en fuera de juego. Óscar dio entrada a Baeza y Nolito, protagonistas de la única ocasión clara del Celta, desbaratada primero por Neto y después por el travesaño.
Del último fogonazo de Messi, otra jugada de las suyas y un disparo que despejó Villar, aprovechó las brasas Sergi Roberto para marcar el tercero. La jugada terminó con cinco azulgranas dentro del área en el minuto 94, antes del 0-3 y con uno menos. No notó que estuvo con diez el Barça, coral en un equipo lleno de gregarios. Ansu Fati lo mete todo, Messi ya es Messi y el Barça parece de nuevo el Barça.
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