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El Real Madrid vapulea a un PSG artificial

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 7 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

El sobrio equipo de Zidane elimina con autoridad a un rival inocuo y desquiciado

El Real Madrid sofocó el incendio y reinó en un infierno que no fue tan horripilante como se esperaba. El conjunto blanco es el Belcebú de la competición. El equipo de Zidane, más de autor que nunca, mostró su versión solvente, dominante y seria. Nunca sufrió ante un equipo inofensivo que no estuvo en la eliminatoria. La eliminación supone un jaque al modelo del jeque, un equipo de plástico, lleno de cromos sin álbum, desquiciado y deshonroso, perdedor en el césped y en la grada por un pacto camorrista con los únicos enemigos del fútbol.

Zidane no arriesgó con Kroos ni Modric, pese a que el Madrid no había caído en ninguna eliminatoria de Champions con ambos sobre el verde. "Nunca pondré a alguien que esté al 70%", dijo el francés, que apostó por Kovacic de socio de Casemiro y por Lucas y Asensio en las alas. La alineación blanca relucía equilibrada. La belleza es simetría, debió pensar Zidane, que priorizó un esquema por delante de los versos libres de Isco y Bale. Emery alineó lo que tenía, con Motta de ancla y Di María de Neymar.

El jugador número 12 debía ser el público de El Parque de los Príncipes, pero el conjunto parisino obvió que no es bueno negociar con maleantes. Los malos de la película entraron en el vestuario durante la semana previa al encuentro. La condescendencia multiplicó el peligro de unos salvajes que se amparan en el fútbol. En los inicios de ambas partas se vio a jugadores del PSG clamando a los suyos por que dejaran las bengalas. Fue demasiado tarde y tornó en un espectáculo sonrojante.

Sobre el césped, ambos equipos empezaron compitiendo por ver quién perdía más la pelota. Parecían impostores, protofutbolistas enfadados con la pelota, cómplices de un juego rudo que en poco se parecía al fútbol. La primera ocasión llegó en medio del caos. Ramos puso la pierna en un centro a ver lo que pasaba, y lo que salió fue un remate peligroso que Areola neutralizó. La ocasión estabilizó al Madrid, que le puso el termostato al partido mientras el PSG se precipitaba al vacío cuando se acercaba al balcón del área.

A la media hora el Madrid ya parecía invulnerable, un equipo hermético, infranqueable ante un PSG colapsado, más impetuoso que racional. Los de Emery, sin el sello de su entrenador, también estaban huérfanos de liderazgo sin Neymar en el campo. Cavani empezó frustrado, Di María parecía sobreexcitado y de Mbappé no había noticias. Todo favorecía al Madrid, que corría y temporizaba cuando quería. En una contra, el proscrito Benzema, de vuelta a Francia dos años y medio después, tuvo opción de cerrar la eliminatoria en un mano a mano, pero fue Areola el que echó el candado a su portería. El PSG solo se animó al final del primer acto, una electricidad que se transformó en una ocasión de Mbappé. El francés no quiso ver a Cavani y Keylor Navas, silencioso y decisivo como de costumbre, evitó el temor al Madrid.

Sin ningún tipo de sufrimiento, el conjunto blanco, serio y maduro, saltó al segundo tiempo dispuesto a sentenciar la eliminatoria. Se adelantó en el encuentro tras un error de Alves, aunque conviene detenerse en Asensio. Robó el balón pero pareció coger un mando a distancia. Le dio al play para montar la contra y luego pausó la jugada hasta llegar al precipicio. Ahí aceleró el balón con un pase que, tal y como sucedió en la ida, solo él vislumbró. Recibió Lucas, la otra firma de Zidane en el once, y sirvió un centro que Cristiano apostilló con la frente. El luso, emperrado en mantener el pulso con Messi, es el que mejor representado el idilio blanco con la Champions. Fresco como antaño, intercala los goles con el descanso en algunos partidos. Su nueva rutina le está dando alas al Madrid en este 2018.

El Madrid más fiable y autoritario desesperó a un PSG que necesitaba una carambola para no caer eliminado. La carambola acabó en gol de Cavani, que con la noche que llevaba solo podía marcar sin querer. Pero el gol quedó en anécdota y sirvió únicamente para acentuar la chiquillada de Verratti, autoexpulsado antes del 1-1 por protestar. Se esfumaba el sueño de verano de un PSG que terminó el partido sin el italiano, pretendido por el Barça; sin Neymar, lesionado; y sin Mbappé, sustituido por Lass Diarra. El gozo en un pozo de petróleo de un equipo millonario pero artificial.

Un gol de pinball de Casemiro, en su enésimo redondo encuentro de barrendero, dejó en coma a un PSG que deambuló por su estadio como un vagabundo que algún día fue rico. El equipo concebido para ganar la Champions se queda sin opciones en marzo, igual que la temporada pasada. Lo peor para los franceses es que dan la sensación de haber retrocedido, en el campo, por estériles, y fuera, por sus intimidades con los ultras. En la otra acera está el Madrid, que de zombie ha pasado a favorito antes de llegar a los cuartos. Especialmente reforzado sale Zidane, sólido en su apuesta por la disciplina, la ilusión y, que no se olvide, el talento de Lucas Vázquez y Asensio. Todo son buenas noticias en Chamartín mientras que al París Saint-Germain ya ni tan siquiera le queda París.

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