Guardiola y Mourinho viven del recuerdo
- Sergio Vázquez
- 28 abr 2017
- 3 Min. de lectura
Guardiola y Mourinho no solo los mismos que cuando estaban en España. En lo que más han cambiado es en su forma de mirar al otro. En la previa se empeñaron en decir que ya no eran enemigos, tan solo vecinos. Estaba por ver si quedaban rencillas entre ellos y eran del tipo de vecinos que se lanzan colillas por el patio. Por lo visto en el césped del Etihad, son vecinos que se saludan tímidamente en el ascensor, que preguntan por el tiempo mientras recuerdan los otrora convulsos tiempos. En el campo planeó el olor a biscotto mientras el partido pasaba por momentos de sopor. El Manchester City propuso más pero se notó que a ambos les valía el empate para depender de sí mismoa. Especialmente rácano estuvo Mourinho, más Mourinho que nunca ante un City con intención pero sin peloteros.

La previa del encuentro ya nos avisaba de un derbi de Manchester descafeinado, como desubicado. No solo porque fuera un partido aplazado, sino porque los multimillonarias proyectos de Mourinho y Guardiola, descarriados de la Premier, 'solo' se jugaban estar en la próxima edición de la Champions. La rivalidad entre ambos técnicos también se ha visto mermada desde que sienten el frío clima de Inglaterra y las ausencias de Ibra, Pogba y Silva destilaban todavía más el encuentro.
Si hay algo diáfano en los Guardiola VS. Mourinho es el reparto de roles. El balón corresponde a Guardiola por mucha que no tengo peloteros para manosearlo. Dice mucho del partido que el mejor fuera el Kun, que tuvo en sus botas el 1-0 al estrellar el balón en el palo. Esa fue de las pocas veces que el argentino conectó con sus mediapuntas. En el resto del partido, Agüero se hartó a bajar y a buscarse las ocasiones por sí solo y estuvo especialmente insistente pero poco acertado en el disparo lejano.
En el otro bando estaba el United, en sentido figurado claro. Porque los red devils se limitaron a esperar en su campo, pertrechados alrededor de su área como si en su portería no estuviera De Gea, sino la bandera del juego infantil. El juego ofensivo de Mourinho se limitaba a las galopadas de Rashford, que retrató en varias ocasiones a un sufridor Otamendi. A partir de aquí, fútbol con dos piedras. Mkhitaryan estuvo a punto de aprovechar un error de Bravo que él mismo subsanó y Ander echó al cierre al primer tiempo con una ocasión a balón parado.
El primer envite demostró que el Manchester City quiere el balón pero luego no sabe muy bien qué hacer con él, un equipo al que le duele en el alma la ausencia de Silva, la batuta del equipo. Por contra, Mou sigue firme en su idea de olvidar el escudo que defiende y no se sonroja si tiene que hacer jugar a los suyos como un equipo pequeño. Los despistados de la Premier pudieron comprobar por qué los focos del campeonato inglés apuntan a Londres y no a Manchester, como se esperaba a principio de temporada.
En el segundo tiempo se exageraron las versiones de ambos conjuntos. El United, parapetado atrás, terco en demostrar en mostrar los defectos del rival más que sus propias virtudes. El paso atrás del United, empujado en parte por el City, permitió a los de Guardiola asediar al rival pero sin ocasiones, una especie de merodeo constante alrededor de la presa pero sin dentellada final.
La lesión de Bravo amenazó con anestesiar el encuentro, pero Fellaini se puso cabezón en revitalizarlo. Al belga se le cruzaron los cables, hizo un Fellaini y acabó expulsado por una agresión al Kun. La inercia llevó a los locales a desequilibrar el campo, pero para llegar al gol primero había que derribar el muro. Para el United, el horizonte era el centro del campo. Por poco no llegan la orilla; le fue de unos centímetros del pie de Gabriel Jesus, el niño tocado por la varita, que se metió en fuera de juego antes de rematar a gol.
Mou salió a empatar y al City, que propuso más, no le fue mal. Ambos dependen de sí mismo para clasificarse para la Champions League y empezar con buen tiempo una temporada que tendrá que hacer olvidar la actual.
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