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El Leicester sale con vida del Pizjuán (2-1)

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 22 feb 2017
  • 3 Min. de lectura

Antes de dar por muerto a alguien, conviene asegurarse de que no respira. El Leicester, reflejo desdibujado del vigente campeón, deambuló durante buena parte del encuentro como lo viene haciendo en la temporada. El Sevilla fue mejor, creó más ocasiones y mereció un triunfo que se llevó pero que, dichoso fútbol, deja más contentos a los foxes. Ranieri es un sonámbulo, un funambulista que está un punto por encima del descenso y a un gol de meterse en cuartos de final. Fútbol mileurista.

El Sevilla buscaba el pase a cuartos, una ronda que no alcanza desde 1958. Por aquellas ni la Champions era Champions. Dos intentos fallido acaecieron en 2008 y 2010, cuando los hispalenses eran tan favoritos como hoy. El as de la manga del chándal de Sampaoli fue Correa, que respondió al protagonismo que le dio su técnico. Lo primero que hizo fue forzar un penalti; lo segundo, fallarlo. Dicen que el cementerio está lleno de valientes y el argentino cavó su propia tumba solicitando el balón, que es tan peligroso como pedir turno en la carnicería. Schmeichel atajó un lanzamiento tibio que a punto estuvo de besar. Sí que pareció que le susurraba.

El Sevilla hizo una buena digestión de la oportunidad perdida. Cuando fallan las puntas de lanza, nada mejor que un buen Escudero. El lateral firmó un partido solvente, prodigándose en ataque, como un disparo que volvió a espantar Schmeichel y una asistencia a Sarabia que remató, esta vez sí, a gol. El tanto lo gestaron dos obreros del Sevilla, especialmente Sarabia, que no llegó con el cartel de Nasri, ni con el aura de Vázquez, ni tan siquiera con los ojos rasgados de Kiyotake. Solo trajo un lápiz, pequeño y afilado, en la oreja, que delataba que iba a pencar desde el minuto uno.

El primer tiempo acabó con un Leicester a merced del Sevilla, con unos zorros convertidos en perros pachones, pareciendo pequeños ante una competición de enjundia. Iban recibiendo ganchos, aunque, por el momento, se mantenían en pie. El equipo no ha cambiado demasiado, o quizás sí, porque no está Kanté, y Drinkwater sin él está ahogado. De Mahrez y Vardy ya no se sabe si están en mal momento o es que el año pasado rindieron por encima de sus posibilidades.

El descanso le sirvió al Leicester para dirimir si la Champions era una pesadilla o la única prolongación del sueño de la temporada pasada. Parece que los jugadores decidieron la segunda, porque salieron más agresivos y convencidos en la presión. Los errores en la salida de balón del Sevilla empezaron a acongojar una grada que vio como Lenglet, el enésimo conejo de la chistera de Monchi, tuvo que retirarse lesionado. El chico llegó con cara de haberse leído la saga entera de Harry Potter y ahora parece un acérrimo lector de Dostoievski.

Se alborotó el Sevilla y casi se convierte en su propio enemigo. Enfrente estaba un equipo que el año pasado olía sangre y mordía, pero el Leicester ahora es un equipo mellado. Incluso creyó ver un reflejo de sus contraataque, pero en realidad lo estaba viendo en el Sevilla. Jovetic cazó un melón y lo convirtió en una riquísima macedonia de frutas que cedió a Correa. El argentino, sin apenas tiempo para pensar, se redimió después de un penalti en el que pudo decidir hasta 100 veces por dónde tirar.

El Leicester pareció quedarse sin ideas, ni tan siquiera la única que tenía el año pasado. Decidió entonces hacerse el muerto, o mejor dicho, el dormido. Como no pudo ser el enemigo del Sevilla, se convirtió en ese amigo cabrón que espera a que te duermas para dibujarte un miembro en la mejilla. Eso hizo el Leicester, esperar a que el Sevilla se amodorrara para que Drinkwater habilitara a Vardy, que pareció que pasaba por allí. De paso puso el 2-1.

El Sevilla fue mejor pero no fue continuo, una característica que exige la Champions. Vitolo y Rami, que cabeceó al travesaño, tuvieron el 3-1 pero no hubo arreón final y el Leicester pasó de la respiración asistida a la mascarilla. Este muerto está muy vivo.

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