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Emery se consagra ante Messi

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 15 feb 2017
  • 3 Min. de lectura

El PSG pasa por encima de un Barça desnortado que necesita un milagro para seguir en Champions(4-0)

Jugó Messi aunque no lo pareció. En la única victoria de Emery en 23 enfrentamientos ante el Barça, La Pulga no estaba en el campo. Saltó al Parque de los Príncipes pero Messi estuvo ausente, en gran parte por mérito de un entrenador que fichó por el PSG para construir un equipo coral, maduro en las grandes noches europeas. "Para mí es una buena oportunidad de demostrar lo que hago", declaró Emery en rueda de prensa. Hoy, con una victoria de entrenador, lo ha conseguido.

La amarilla que vio Rabiot en la inauguración del partido parecía confirmar que los parisinos iban a sufrir en defensa, principalmente por la ausencia de Thiago Silva, agravada por la sanción de Motta, que dejaba al medio del campo del PSG huérfanos de mediocentros puros. No los necesitó Emery, que salió autoritario y dominador ante un Barça que sufrió con balón y sin él, con un Ter Stegen estresado con los pies y con las manos antes las ocasiones Cavani y Draxler, mientras no había rastro de Trapp.

El partido estaba donde quería Emery, que ha convertido un conjunto de solistas en una orquesta acompasada. Siguió achicando agua el Barça, abandonado a las galopadas sin rumbo de Neymar, protagonista de la simiente del descalabro. Las desgracias suelen ser producto de un conjunto de nimiedades, como cuando el brasileño, mitad lesionado mitad descalzo, se estiró sobre el césped. No tiró el balón fuera el Barça y acabó perdiéndolo en una acción que terminó, sin saber muy bien cómo, en una falta en la frontal. El lanzamiento de Di María superó a duras penas la barrera ante la atenta mirada de Ter Stegen, que no se venció. El argentino marcó y dibujó un corazón por San Valentín y en el día de su cumpleaños, recordando que el fútbol, ante todo, es un relato.

El efecto mariposa de la dejadez defensiva de Messi y Suárez y el colador en el medio del campo se veían desde fuera, pero el Barça se seguía preguntando a dónde iban los patos en invierno. A punto estuvo de despertar a los suyos Neymar, que habilitó a un Andrés Gomes que estuvo tan aciago durante el partido como en la temporada, exigido y superado como Iniesta y Busquets.

Los de Luis Enrique apenas superaban el infranqueable muro del centro del campo, incluso cuando aparecía el Messi más humano. El argentino la perdió y Draxler, el regalo de Reyes, marcó el 2-0. Recuperó Verratti, el futurible del Barça que, en plena crisis de estilo, más se parece a Xavi.

Tras el descanso, el Barça comprobó que siempre hay un sótano más. Trapp inició una jugada que hubiera firmado el propio Barça. Quizás por eso los culés se quedaron mirando mientras el PSG combinaba hasta llegar a Di María, que definió como los ángeles. El argentino vio la camiseta del Barça y rememoró su etapa en el Madrid, en la que fue más regular, para firmar un partido de enjundia. Cuando fue sustituido continuó la sangría, lo que demuestra que el triunfo es más de Emery que de nadie. Meunier le enseñó al Barça lo que es un lateral derecho y dio un pase que Cavani convirtió en asistencia para anotar su 34º gol de la temporada.

El Barça lo intentó al final como un niño que patalea y Umtiti estrelló un balón en el palo. Nada evitó la tragedia de un equipo que ha estado cien veces amarillo pero nunca colorado. El PSG le sonrojó y ahora está por ver si la hecatombe finiquita una era, como en 2013, cuando el Barça de Tito salió con un 4-0 de Múnich, convertido en un 7-0 que obligó al club a sentarse en el diván.

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