top of page

¿Hemos cambiado de año?

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 7 ene 2017
  • 3 Min. de lectura

"Los hinchas hablan así: nuestros años, nuestras unidades de tiempo, van de agosto a mayo (junio y julio no cuentan; es como si no existieran, sobre todo en los años impares, cuando no hay ni Mundiales ni Copa de Europa de selecciones)". Fiebre en las gradas, Nick Hornby.

En 'Rayos', la última novela de Miqui Otero, Fidel Centellas disfruta de una beca en un periódico y compite para quedarse con su amiga Bárbara. El protagonista de la novela diferencia de una forma clara a sí mismo de su compañera: él cuenta los años de septiembre a agosto; ella, de enero a diciembre. En la misma novela, uno de los amigos de Fidel divide constantemente a las personas en dos grupos, variando siempre el patrón. Si yo fuera un personaje más y Fidel me preguntará cómo se divide el mundo, lo tendría muy claro: Entre las personas que viven en años -2016- y las que lo hacen en temporadas -16/17-.

Dicen las televisiones, las uvas y los brindis que hemos cambiado de año pero a mí no me ha quedado claro. No ya porque no haya cambiado nada o mi cabeza no se haya situado -algo lógico- sino porque mi sensación es que solo hemos pasado un tourmalet de polvorones y gastos, un escollo antes de llegar al verdadero cambio de chip: el verano. Me pasaba en la época escolar, cuando el único cambio de diciembre a enero era de pasar de presumir del último Action-Man a hacerlo del penúltimo, porque a mí no me habían traído el nuevo y, qué hostias, el anterior tenía su encanto.

La influencia del sempiterno verano escolar para vivir en temporadas se posterga en el trabajo. Julio será la última estación, no quizás del años 2016, pero sí del curso 16/17. En las semanas previas a agosto sueñas con tus vacaciones, y en las posteriores, con tu nueva vida. No hablo de los propósitos, esas migajas soñadoras que van dirigidas a unas sesiones de gimnasio o unas pocas, muy pocas, clases autodidactas de inglés. ¿Quién querría cambiar de vida en invierno? El frío te invita a seguir en tu sumida rutina, y cuanto más aburrida sea, mejor. El verano, en cambio, es época de romper con lo anterior. Ya es hora de apuntarse al curso de escritura, de escribir por tu cuenta, de dejar el trabajo y, por qué no, de volver a estudiar. Nada de propósitos, las intenciones son reales. Por unos días, encarnas a ese personaje de El halcón maltés que nombra Juan Tallón, Flitcraft, un ejecutivo casado, padre de dos hijos y cabeza de una familia feliz a la que decide abandonar, para cambiar de vida, incluso de nombre y empezar de nuevo para convertirse en un ejecutivo casado, padre de dos hijos y cabeza de familia feliz. Eso tuvo que pasar en verano y no en enero.

Época escolar, trabajo y el fútbol. La culpa de que muchos vivamos dos fines de año anuales la tiene el fútbol. Navidad no es más que un período de reflexión para saber si un equipo va por el bueno camino o está profundamente desnortado. Es la frontera que cruza un entrenador, si se ha comido los turrones, el año no ha sido tan malo. A Nick Hornby le preocupaba la idea de morir a mitad de temporada, antes de una final en Wembley o después del partido de ida de una eliminatoria de la Champions, con el decisivo partido de vuelta por jugar. Ni una mención a Noochevieja o el periodo navideño; a él le aterraba fallecer en algún momento comprendido entre mayo y agosto. Y yo me pregunto, ¿no es eso el año natural?

Comments


bottom of page