Messi le da la bienvenida a Guardiola (4-0)
- Sergio Vázquez
- 20 oct 2016
- 3 Min. de lectura
Volvía Guardiola a la que fue su casa y alguien tenía que mostrarle lo mucho que habían cambiado las habitaciones. Pep tenía la intención de guiarse él mismo, llegar hasta la cocina e incluso levantar la tapa de olla para ver qué había para comer. Lo intentó con De Bruyne de falso '9', como cuando llamó a Messi en la víspera del 2-6 en el Bernabéu. Fue ese Messi, aunque realmente muy distinto, el que de nuevo echó toda la táctica por el suelo y le amargó su visita a Barcelona.

Los accidentes se sucedieron unos tras otro, empezando por la lesión de Jordi Alba. El partido todavía estaba más para los analistas, mientras que los que vemos el fútbol como un relato no teníamos nada que decir. Solo podíamos esperar a un error o una genialidad y Fernandinho se empeñó en que fuese lo primero. El brasileño se resbaló, o quizás fue el aura de Messi, la que ya tumbó a Boateng, más potente ahora que algunos le comparan con Son Goku. El argentino pudo marcar a placer, aunque prefirió acercarse a Bravo, preguntarle por su nueva vida y aclararle que se alegraba de verle, pero que le iba a batir. Y así lo hizo.
Dio la sensación de que los jugadores del Barça jugaban contra las ideas del Barça, encarnadas ahora en el Manchester City. Pep se llevó el juego pero no los jugadores, que ahora no fruncen el ceño en los contraataques y crean peligro con desplazamientos largos, como el que le envió Umtiti a Neymar, neutralizado por Bravo.
El gol desinfló al Manchester City, que luego cogió aire gracias a la lesión Piqué, heroico e irresponsable al mismo tiempo por intentar seguir en el campo. Gundogan detectó la fuga y obligó a lucirse a Ter Stegen, interpretando ya el papel de héroe. Sin Piqué, Stones vio vía libre en un remate de cabeza que a punto estuvo de poner las tablas. Decidió contestar el Barça, en el enésimo recurso de Luis Suárez, que obligó a lucirse a Bravo, acostumbrado a detener al uruguayo pero solo en los entrenamientos.
El protagonismo de delantero y guardameta perduró en el segundo tiempo, cuando Bravo salió a jugar un balón de líbero y se le nubló la mente. En su debut en el Camp Nou en Champions, curiosamente ante su exequipo, la grada vio por primera vez un error del chileno, por suerte para ellos con la camiseta rival. Bravo le entregó el balón a Suárez, que aceptó el regalo y ya se imaginó el gol, interrumpido por la mano antirreglamentaria del cancerbero. Todas las portadas y las tertulias por el error de Ter Stegen en Vigo, por suerte, ya estaban en la hoguera.
Un caño de Messi, con el que Pep ya no disfrutó tanto como cuando estaba en la grada, fue el preludio del segundo tanto. Otro error en defensa propició un latigazo del 10, muy parecido al 1-0 ante el Bayern, un partido que Pep quería olvidar pero que parecía estar viendo de nuevo. También en aquel partido el Barça no fue superior, esta vez ni contra 10, ante un Manchester City más casquivano, sin nada ya que perder. De Bruyne pudo descontar con un disparo cruzado al que respondió muy bien Ter Stegen, vitoreado por sus paradas e ignorado por su magnífica salida de balón durante todo el encuentro.
El partido no fue de entrenadores y sí de jugadores, marcados por errores individuales, en el caso del Manchester City, y por la supremacía aplastante, en el caso de Leo Messi. El argentino aprovechó dos presentes, uno del rival y otro de Suárez, para firmar un hat-trick de perfil bajo. Un partido llamado a ser sutil acabó definiéndose por vulgaridades, a las que se apuntó el Barça con la expulsión de Mathieu y el penalti errado por Neymar. Todo lo que pensó el brasileño en el penalti lo improvisó en la jugada posterior para quitarse la espina del fallo.
En su nuevo regreso, Guardiola no se topó tanto con el Barça sino con Messi, el jugador que pisa todos los análisis. A Pep ya se le perdía la mirada en un Camp Nou que un día fue suyo y hoy es exclusivamente de Messi.
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