Andrés Inercia
- Sergio Vázquez
- 14 jun 2016
- 3 Min. de lectura
Copará las portadas casi con la misma intensidad que las monopolizó en la fase de clasificación, en -ínfima- parte por sus actos, engrandecidos por un deporte visceral y mediatizados por una prensa deportiva que tiene demasiadas similitudes con la del corazón. No siempre marca el gol de la victoria pero hace tiempo que Piqué lo da todo con la Selección, como cuando salió ensangrentado contra Suiza. Ese era el primer partido inaugural de la era Del Bosque, siempre aciago para él sea cual fuere el desenlace. Desde aquel día España lo había ganado todo menos un partido de estreno, lo que esta vez sí que supo hacer aunque no siempre lo pareció. Un rival pretoriano y un reloj que avanzaba amenazaron los primeros tres puntos. Creyeron los jugadores y no se atolondraron, principalmente por Iniesta, el faro de esta nueva Selección semirenovada. Confirmó la inercia del partido con un centro preciso, cuando todos pedían ya balones a la olla. Su corazón va a otro ritmo.

Comenzó el partido pero a España le costó asentarse porque la República Checa, primera en su grupo de clasificación, tuvo varios saques de esquina que casi ni quiso provocar. Venían de un fútbol primitivo, el de buscar a un nueve gigantesco y hacer fuego con dos piedras, la forma más fácil de incendiar a España como ya demostró Georgia. Se serenó España y sacó del envoltorio a sus nuevas piezas, como Juanfran, atiborrado de Prozac, acertado en todas sus subidas. Estaba España más empeñada en entrar por la izquierda, como si Alba y Nolito creyeran que unidos pueden. Pero el ansia del todavía celtiña y el doble lateral checho imposibilitaban cualquier atisbo de peligro. El primer aviso provino de la derecha, de nuevo con Juanfran y con el falso extremo Silva, habilitando a Morata en el punto de penalti. Él mismo se imaginó el gol pero no lo marcó porque disparó a un muñeco ataviado con casco.
La ocasión le dio a los actores el papel prefijado, con España sometiendo pero sin asfixiar, con un tran tran que a veces favorece más a los rivales que al propio combinado español. La imprevisibilidad la rompía el otrora tímido Iniesta, ahora igual de bueno y más vertiginoso. Buscó primero a Juanfran y luego a Morata que disparó desviado con la zurda. No sufría España en defensa y De Gea era el portero titular además de espectador de lujo. Bastante tenían los checos con achicar agua, sintiéndose ahora sí acosados y sostenidos por su porterazo Cech, salvador en sendas ocasiones de Alba y Silva. Anhelaban un descanso que finalmente llegó aunque antes hubo tiempo de comprobar que De Gea seguía en la portería, atajando en dos tiempos el único disparo de los checos en el primer acto.
Empezó la segunda con cuatro córners en la misma portería, ahora lanzados por España, espoleada tras el asueto. La hiperactividad fue efímera pero se mantuvo el dominio como antesala de ocasiones y del gol, que parecía estar al caer aunque solo fuera por inercia. A la República Checa le quedaba el balón parado, más antiguo que el toser y casi que el fútbol, conectando el remate más peligroso del encuentro, amansado por De Gea. Lo que pareció un gancho al vuelo fue un garrotazo al estómago pocos minutos después, cuando, de nuevo con el balón parado, De Gea estaba batido y solo Cesc -sí, Cesc- evitó el tanto.
Pareció perder España el control pero lo recuperó rápido, preparada para embotellar a la República Checa, resignada a su destino. Los últimos minutos respondieron a un asedio, ya con Aduriz, Thiago y hasta Pedro en el campo. El amenazante tic-tac del reloj invitaba a colgar balones al área. No se alocó España y mucho menos si el que doma el esférico es Iniesta. Maduró España la jugada, como si fuera un melón que hubiera que abrirlo en el momento preciso. Con el melón remató precisamente Piqué, que casi no celebró el tanto, mirando a los ojos a todos y cada uno de los que gritaban cuando hace escasos meses le insultaban. Hubo tiempo hasta para asustarse en el tiempo añadido y valorar aún más los tres puntos tras un disparo de los checos al centro de la portería, defendida serenamente por De Gea.
España supo sufrir y no atolondrarse ante un rival guerrillero, como casi todos hasta ahora en la Eurocopa. Los de Del Bosque deberán mejorar si no quieren volver a pasarlo mal en un guion de partido al que se va a tener que enfrentar con sus rivales, los dos siguientes, por cierto, de mejor calidad individual. Del Bosque ganó por primera vez en un estreno y España hizo lo propio en un 13 de junio, día para no salir de casa a no ser que llame al timbre Andrés Iniesta.
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