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No es como acaba

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 7 jun 2016
  • 4 Min. de lectura

Argentina empieza su andadura con el pie derecho, aunque sus goles vinieron de sendos disparos con la zurda. Di María y Banega, asistentes mutuos, fueron los mejores antídotos ante la ausencia de Messi. Enfrente estaba Chile, vigente campeona, que superó tácticamente a su rival en el primer tiempo pero que solo pudo responder a los tantos albicelestes con un gol en el último minuto.

Se dice que no es como empieza sino como acaba, y los de Pizzi, antes de Sampaoli, acabaron la anterior Copa América como vencedores ante su rival de hoy. Nadie sabe quién se llevará esta centenaria edición, pero lo que es cierto es que al menos Argentina empezó bien, batiendo al campeón y con un amplio margen de mejora que se espera que llegue con Leo Messi, sentado por segunda vez en el banquillo aunque en distinto recinto.

Quizás porque los argentinos saben que ni los finales ni las finales se les dan bien últimamente, empezaron con ganas, retando a la hasta ahora insulsa Copa América. Tan bien empezó que un testarazo de Gaitán, sustituto de Messi por la derecha, le susurró al travesaño que el partido había comenzado. La intención de Argentina era hacerse con el balón, pero del dicho al hecho hay un trecho. Y más si delante hay un rival superior en lo táctico, poco combinativo pero asfixiando al centro del campo albiceleste, especialmente a Banega, en paradero desconocido.

A los argentinos les quedaba el balón parado, como un remate de Rojo que salió rozando el palo. Todo vino de un córner forzado por el Capocanonniere Higuaín tras una jugada en la que, por fin, Argentina fue vertical con Di María. Lo que le costaba proponer a Argentina se contraponía con la simpleza chilena. De hecho, la espesura albiceleste era producto de la presión chilena que propiciaba recuperaciones en tres cuartos. Una de ellas terminó en los pies de Alexis. A veces torpe, esta vez armó rápidamente el disparo, pero Romero adivinó a despejar el chute. El crecimiento de Chile fue a la par del protagonismo del atacante gunner, ejerciendo de figura totémica que asiste, se desmarca y hasta chuta faltas.

La cada vez más certera presión de Chile, superior tácticamente a Argentina, hacía dudar continuamente a los Augusto y Mascherano, actuando en su otrora posición de mediocentro. Desde ahí Chile, con Marcelo Díaz, mandaba en su orden casi inquebrantable. Más allá de disparos lejanos o jugadas embarulladas, pocas veces Chile se desorganizaba, pragmática ante una albiceleste que en la primera parte limitó su proposición a la intención. De Banega seguíamos sin tener noticias y Martino aprovechó el descanso para poner carteles con su cara en el estadio bajo un gigantesco "Se busca".

No pareció cambiar el segundo tiempo, con Chile más rápido en las transiciones y con un Alexis encriptado para la defensa Argentina. Todos se miraban diciendo aquello de "este no es mío" mientras él driblaba y disparaba con su torpeza indescifrable y casi voluntaria. Un equipo es un conjunto pero también una suma de individualidades, y en un par de ellas se decidió el encuentro. Argentina dejó de elucubrar y decidió emular al rival, presionando más arriba aunque más tímidamente. Banega saltó al césped en el segundo acto, y una presión suya acongojó al timorato Aránguiz. El ya interista hizo lo más difícil y ya solo quedaba lo que está chupado para él. Asistió a Di María, tiburón sediento de sangre. Angelito definió mal pero bien con un disparo tosco en el que Bravo no falló pero tampoco acertó. Decía Gramsci que la ternura de las abuelas resulta más sustancial que la de las mamás. El jugador del PSG le dedicó el gol a la suya, recientemente fallecida, con lágrimas en los ojos.

El fútbol es a veces complicado pero casi siempre sencillo, sobre todo cuando hay un gol de por medio. Basta que aparezca él para cambiarlo todo, como un ligue en una noche aciaga o un aprobado en un curso condenado al fracaso. Te sentirás el más guapo, el más listo o el mejor equipo, por muy lejos que estés de ello. Y si un plan te funciona no hay que cambiar. Perdió otro balón Aránguiz, empeñado en que su equipo no ganara, creó esta vez Di María que como no se la pudo pasar a sí mismo asistió a Banega, que anotó con su izquierda después de que el disparo rozara en Isla. Definición y suerte; Di María y Banega. Los goles explicaban por qué Argentina se imponía en un partido en el que había sido inferior.

Chile lo intentó casi por obligación, con menos orden que hasta los goles, metiendo miedo pero sin acabar de asustar. Abonada a los finales y las finales, marcó en los minutos postreros pero no fue suficiente para acabar todo lo bien que quizás merecía. Chile salió vencedora en la última final, pero hoy Argentina empezó bien el camino, al menos si solo miramos el resultado final que relucía en Santa Clara.

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