Querido enemigo
- Sergio Vázquez
- 11 may 2016
- 5 Min. de lectura
"Cuidado con la hoguera que enciendes contra tus enemigos, no sea que te chamusques a ti mismo". William Shakespeare
En el placentero cine Blockbuster se han puesto de moda las trifulcas entre personajes que eran colegas, o al menos así estaba instaurado en nuestro imaginario. Primero Batman y Superman, y ahora Ironman y el Capitán América se vienen enfrascando en Guerras Civiles que ya quisieran franquistas y republicanos, al menos en cuanto a armamento y desembolso. Las rivalidades, de mamporros, intelectuales o futbolísticas -si es que hay diferencias entre ellas- siempre han existido. Faulkner decía de Hemingway que nunca había usado una palabra que pudiera mandar al lector al diccionario, a lo que el autor de Por quién doblan las campanas respondió, como buen púgil, preguntándose si Faulkner realmente pensaba que las grandes emociones provenían de las grandes palabras. Su respuesta era claramente no, engendrando un odio feliz al que también se afiliaron Gore Vidal y Truman Capote. Cuando este último murió, Vidal se congratuló declarando que había sido una "buena decisión profesional". Desde luego estuvo más suave que en declaraciones anteriores, donde había utilizado la palabra "detestar" para referirse al bueno de Truman. El maestro de la no-ficción no se quedó corto cuando especuló con el intento de affair entre Vidal y Miss Kennedy. Una información por la que tuvo que disculparse.

Volviendo al balón, que es lo nos atañe en este panfleto, Barcelona y Real Madrid representan una de las rivalidades más fructíferas del mundo. Así nos lo hacen saber también sus eruditos. "Me alegro que le vaya mal al Barça", sentenció hace poco Ramos. Para encontrar argumentos azulgranas, solo hay que desplazarse al timeline de Piqué. Es la historia de una enemistad profunda, de esa que no precisa de tus propias victorias, sino que a veces basta con la derrota del vecino. Si el otro es feliz, tú lloras. Si el otro se deprime, tú saltas. Si hay algo peor a que te sucedan las desgracias es vivirlas solas. Si hay algo mejor a que te ocurran milagros, es que tu enemigo los sufra.
Pocas veces han compartido alegrías y penas, y para corroborarlo solo hace falta radiografiar las últimas temporadas. Las trayectorias de uno y de otro han ido en paralelo, eso sí, orientadas uno al éxito y otra al fracaso. En diciembre de 2014 sonaban las mocitas madrileñas allá por donde caminaras, con el Real Madrid como campeón del Mundo y encadenando insultantes victorias que amenazaban el récord de algún equipo del que ni ya nos acordamos. Puede que hasta su delantero centro fuera Chitalu. La cosa es que en el Mediterráneo se instauraron las dudas con las continuas rotaciones de Luis Enrique. El titubeo se esfumó en forma de desgracia mientras Messi y Neymar se lo veían como espectadores de lujo. La dinámica hacía pensar en un año glorioso de Ancelotti y en la condena de Luis Enrique, quien ya se estaba arreglando el cuello para que la ropa no encallara la guillotina. Salvó el pescuezo el asturiano y Florentino le cortó la testa al italiano, ceja incluida, cuando la temporada terminó de una forma muy distinta. Triplete culer por un lado y, como no podía ser de otra manera, desgracia en Chamartín.
La inercia de unos y otros continuó hasta tal punto que parecía imparable. Ahora eran los catalanes los que acumulaban récords gloriosos mientras que el vecino fue el Madrid de Benítez para acabar siendo el de Zidane, pensando ya más en los años venideros. Faxs, Cheryshevs y 0-4 en el Bernabéu presagiaban curdas en Barcelona y Madrid pero por motivos muy distintos. Para más inri se avecinaba el Clásico. No costaba imaginarse a los blancos como en la penitencia de Jesús, cargando la cruz, corona de espinas en la testa, mientras la grada azulgrana, que de animar poco pero de flagelar bastante, se vanagloriaba del fracaso ajeno. Pocos repararon en que el enfrentamiento mutuo era la única forma de cambiar la dinámica. Y vaya si cambió.
"Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Le tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso." La frase es de Borges en El episodio del enemigo aunque bien la pudo inventar Zidane para El Clásico. Su equipo, que se parecía más al de Benítez o incluso al de Mourinho, no había salido escaldado tras el descanso, de hecho el marcador era de 0-0. Ahí fue cuando el entrenador francés emuló a Chuck Palahniuk y recitó siete nuevas normas de El club de la lucha, dejando que cada jugador escogiera la octava. La pizarra, utilizada por todos para asentar bases tácticas, sirvió para escribir con sangre las nuevas normas por las que se regía el Real Madrid:
1- "Enhorabuena, estás a un paso de tocar fondo".
2- "Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar".
3- "Cuando la gente cree que te estás muriendo es cuando en verdad te escuchan, en lugar de estar esperando su turno para hablar".
4- "Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil".
5- "Encontré la libertad. Perder toda esperanza era libertad".
6- "El tocar fondo no es un retiro de un fin de semana, no es un maldito seminario. Deja de intentar controlarlo todo y suéltate de una vez. Suéltate".
Antes de salir al césped, les susurró uno a uno el séptimo mandamiento en forma de pregunta, la misma que hacía el mecánico de El club de la lucha: "¿Qué querrías hacer antes de morir?"
Los merengues respondieron en el campo y lograron una victoria que explica todos los acontecimientos posteriores. El Barça se escudó pensando que había sido un accidente y pronunció, con la misma calma que Tony Soprano, que "hasta un reloj roto da la hora bien dos veces al día". Incluso pensó que hasta un reloj en orden se equivoca alguna vez, pero eso ni es cierto ni lo dijo Soprano, así que la dinámica se invirtió. Y así están desde entonces dándose hostias como Edward Norton y Brad Pitt, creyéndose distintos pero siendo la misma persona. ¿Cómo se explica si no que el triunfo de uno signifique el fracaso del otro? Los ganchos más duros los encajó el Barça, eliminado de la Champions y perdiendo todo el colchón en Liga, aunque todavía dependiendo de sí mismo. El Madrid cambió el destino y una temporada condenada al ostracismo puede acabar con un doblete histórico. La derrota de unos significará el alivio de otros, no solo en Liga, donde ya solo uno de los dos puede resultar campeón, sino también en Champions, donde los azulgranas se entregan a la Virgen cholista que precisamente dejó en la cuneta a los de Luis Enrique. El puesto de querido enemigo ya está cogido desde hace tiempo.
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