top of page

Hermano pequeño, hermano mayor

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 8 may 2016
  • 4 Min. de lectura

“- Cómo se dice en francés... ¿mi hermana tiene un lápiz amarillo? - Ma soeur a un crayon jeune. - Cómo se dice... ¿mi hermano tiene una novia encantadora? - Mon frère a una copine charmeur. - Y cómo se dice... ¿me gustaría ser mi hermano? ” Sabrina, película dirigida por Billy Wilder.

Nada más finalizar el Chelsea-Tottenham y confirmarse el título liguero del Leicester, todos nos fuimos a Twitter. Unos, para arriesgar escribiendo que lo de este equipo era "increíble". Aún no nos habíamos dado cuenta. Otros, para vilipendiar un juego rácano, y de paso, una liga de nivel pobre. Otros, como servidor, sabedores de que los cantos del pájaro los carga el diablo, asistimos de miranda. Reacción de la plantilla por aquí, contestación de Vardy por allá. "Vardy y Kane hacen un Piqué-Arbeloa", titularon algunos. Pobres, los árboles no les dejaron ver el bosque. La foto de Vardy -Mufasa cayendo al vacío, uno de los momentos más trágicos de nuestra infancia- explicaba un sentimiento no solo en el fútbol, sino también en la vida, que más o menos viene a ser lo mismo. Explicaba por qué el Chelsea remontó un 0-2, por qué el Barça puede perder la Liga este fin de semana y por qué los hermanos son criaturas extrañas, como asentó hace unos años Jane Austen.

El que escribe o lo intenta escuchó cómo dos vecinos, pericos ellos, hablaban de la final de hoy en el Camp Nou. "-Uy, les podemos dar un susto", sentenciaba uno bajo sonrisa sibilina. "-Que se acuerden del Tamudazo", le respondía el otro mientras ejecutaba ese gesto tan nuestro, Patrimonio de la Humanidad ya, como es dar un ligero pero seco golpe con el codo al compadre de al lado. Que se acuerden, dice. ¿Acaso se habrán olvidado? ¿Puede un hermano mayor borrar de su mente la derrota a la que le condenó ese mocoso? Espero que no.

Recuerdo los tiempos más felices de mi vida en los que me jugaba la temporada contra mi hermano. Él tenía que estudiar y buscarse novia -a la vez- mientras mi única preocupación era apartar sigilosamente los guisantes y que el bistec no se me hiciera bola. Y el Partido. Para él era un partido más, quizás ni de pretemporada; para mí era una final de la Champions representada en aquella porfía que se daba en el sofá de casa, delante de la tele y con el disco del Pro Evolution -o del FIFA en su gran defecto- rodando en nuestro pequeño tesoro. Aquel partido se repetía poco, quizás vez a la semana, una al mes o por qué no, una al año. Al fin y al cabo era una final de la Champions. El maldito partido salvaba mi temporada. Entrenaba día y hasta casi noche, con aquella aventura emocional que era la Liga Máster. Todo empezó en aquel primer partido en el que yo apenas tiré a puerta y él me avasalló. No mostró ninguna compasión. Entrené, entrené y entrené, ya fuera encadenando partidos o ejercitando mis pulgares. Toda una temporada preparándome hasta que a mi hermano se le ponía cara de Infantino y pronunciaba las palabras mágicas: "Tete, luego si quieres jugamos juntos". Yo salía disparado a pintarme la cara cual guerrero, me ponía Gladiator y hasta buscaba el número de Guardiola. Me tiraba minutos -a mi hermano la parecían horas- haciendo la alineación. Para luego, cómo no, perder. Otra vez. Su enésima victoria, y para mí seguía siendo como la primera derrota. Lo que no sabía mi camarada es que a la que yo ganara una vez, las tornas se igualarían. Yo era el hermano pequeño, así que solo necesitaba vencerle una vez. Poco a poco fui tirando más a puerta. Los resultados eran más escuetos. Solo eran sustos como antesala de la gran victoria. Mi victoria.

Yo por aquellas podría identificarme perfectamente con lo que será el Espanyol hoy, ese hermano pequeño que tiene el primordial objetivo de chinchar al mayor, más alto, más guapo y con más dinero. Los azulgranas bien harían en no cometer el error en el que sí cayó mi hermano y también Mufasa. Ellos pensaron que era una simple rivalidad entre hermanos. Quizás lo es durante todo el año, pero deja de serlo en el momento clave. Así que cuidado, no vaya el Barça a tener que pedir a su hermano que le ayude, como Mufasa a su hermano Scar, que, antes de matarlo, pronunciaría: "Larga vida al Rey".

Que no se escandalice nadie si sucede. Fratricidio los hubo y los habrá, justificados o no. Scar mató a Mufasa; Claudio a Hamlet -de hecho Shakespeare inspiró El Rey León-, Michael mató a Fredo después de decirle que era su hermano mayor y le quería, que si no recuerdo mal fue algo parecido a lo que le dije a mi hermano en Mi victoria. También Humphrey Bogart le roba a Sabrina a su hermano pequeño, una de las pocas veces en que fue el primogénito el que quiso asemejarse a su miniyo. Qué criaturas tan extrañas los hermanos.

Commentaires


bottom of page