Que viene el Coco
- Sergio Vázquez
- 27 abr 2016
- 4 Min. de lectura
“La mejor treta que pudo idearse el Diablo fue la de hacerle creer al mundo que no existía.” Sospechosos habituales.
No extrañaría ver a Zidane cada lunes entrando en el vestuario y diciéndole a sus muchachos aquello "A comernos el lunes" o "vamos a empezar la semana a tope". La frase, vacua pero no por ello desdeñable, resulta útil a todos aquellos twitteros que necesitan motivarse, y quién sabe si llenar una vida ligeramente vacía. Algo parecido le pasa a Zidane, que tiene que animar a los suyos, no para llenar sus vidas pero sí la pizarra táctica, que más o menos viene a ser lo mismo. La calva de Zidane empezó pareciéndose a la prosa elegante de Dos Passos y está tornando cada vez más en la redondita testa de Paulo Coelho. Y va camino de funcionar.

Lo va a hacer porque la Champions es una competición donde prima el estado de ánimo por encima de la táctica; más amiga del borrador que de la tiza de la pizarra; proclive al caos antes que al orden. La casquivana y bovariana -que no bolivariana- Champions estuvo muy cerca de dejar en el camino al Barça del triplete, súmmum futbolístico. Los azulgranas, vestidos de amarillo pollo para la ocasión, necesitaban un gol, para lo que contaban un diez jugadores y se habían librado de tres penaltis cuanto menos dudosos. Apareció Iniesta, genial con el balón en los pies pero alérgico a las estadísticas, para poner un balón en la mismísima escuadra. Todo muy racional.
Grada y equipo enseguida sintonizaron con el bueno de Zizou, más dado a la sonrisa y a mandar preguntando que a los grilletes tácticos que había utilizado Benítez, su antítesis futbolístico. La marcha de uno y la llegada de otro demostró que lo más importante para que los jugadores rindan es que estos crean una idea, aunque no se sepa muy bien cuál es. La marcha de Benítez antojaba la temporada más corta de la historia en Chamartín, y el Diablo, el de las 10 Copas de Europa, hizo creer al panorama balompédico que no existía, o peor, que había muerto.
Llegó Zidane y lo que había sido el Madrid de Manuela Carmena pasó a ser la ciudad de Zinedine. Los turistas preguntaba por el efecto Zidane, de hecho, la Felizidane era ya un estado de ánimo. Por un momento se desinfló el suflé, se vino ligeramente abajo el Real Madrid y la aportación psicológica del entrenador francés pareció volatilizarse. Error. El equipo simplemente cambió de estado de ánimo, se deprimió, se volvió melancólico. Hasta que se enrabietó en el Clásico única y exclusivamente cuando se vio por detrás en el marcador. La morriña, en cambio, no fue favorable en Alemania, cuando el Real Madrid se vino abajo a la que se vio por detrás en el marcador. Zidane rechazó de nuevo tirar de táctica y no cambió a Danilo ni ubicó a Bale en la izquierda, donde tenía de marcador a Vierinha, un extremo reconvertido a interior que jugaba de lateral. Pero corría el riesgo de que lo confundieran con Benítez, así que siguió haciendo gala de sus dotes psicológicas antes que de las de entrenador. Y así fue como remontaron los madridistas ante el Wolfsburgo, sin Juanito en la convocatoria, con menos dosis de testosterona que de costumbre y apelando a la calma.
La escasa precisión táctica del francés precisa de partidos que se crean alocados, en los que nada tenga sentido. Que al rival le tiemblen las piernas sin saber muy bien por qué, que se presente al examen habiendo estudiado pero apoderado por la duda en el momento oportuno. Partiendo de la calma sibilina de Zidane, su equipo se basa en ideas irracionales, como cuando te amenazaban con que iba a venir el Coco. Nada parecía más imposible que de golpe y porrazo apareciera un monstruo debajo de tu cama, que te fuera a secuestrar, o peor todavía, que te fuera a engullir. "Es imposible", te convencías, mientras rezabas para que no te entraran ganas de mear. Era imposible, pero nada daba más miedo que el puñetero Coco. Ese es el Real Madrid, el monstruo debajo de la cama, el mito del Diablo que hizo creer que había desaparecido, el Keyser Soze de Sospechosos habituales. "Si tu hijo se porta mal, dile que vendrá Keyser Soze", sentencia uno -no he venido aquí a hacer spoiler. de los personajes de Bryan Singer.
En la ida contra el Manchester City, el equipo merengue fue mejor cuando nada parecía tener sentido. Cristiano no apareció en el verde y Benzema ya se había ido. En los primeros 45 minutos Pellegrini parecía tener más claro su plan, aunque no lo ejecutó. Aparecieron entonces los Pavones de esta temporada, Jesé estaba teóricamente por el medio, aunque no siempre, y Bale correteaba en el campo con libertad, que viene a ser el eufemismo para explicar cuando un entrenador le dice a su mejor jugador "Sal y líala". Y para eso, nadie como Bale, desencadenado en el segundo tiempo recordándonos que la "D" es muda. Y casi se quedó muda la grada citizen, porque sin saber muy bien cómo el Real Madrid mereció ganar, llevando sobre todo peligro en córners y centros, incluido un remate al travesaño de Keyser Jesé. Espera la vuelta en el feudo madridista, donde un gol skyblue obligaría al Real Madrid a marcar dos. Se sentiría entonces en su salsa, solo cuando Pellegrini se creyera resguardado. Con 0-1 todo sería favorable para los niños del Manchester City. Todo tan favorable como cuando te metes en la cama, apagas la luz y te tapas hasta arriba. Hasta que viene el Coco.
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