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El Barça se tumba en el diván de Riazor

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 21 abr 2016
  • 5 Min. de lectura

Jornada de recuperación para el Barcelona. No fue un entrenamiento aunque en el segundo tiempo lo pareciera, pero es que el Barça recuperó la sonrisa, las tan importantes sensaciones y la pegada, y por ende resurgió la MSN. Sobre todo lideró la M, allanando la felicidad azulgrana, y la S, devorador ahora de nuevo en Liga. El charrúa jugó al póker y para más inri repartió cartas como el mejor de los crupieres.

Antes de que el Barça fuera mortal, vulnerable, este mismo Deportivo en esta misma temporada se subió a la chepa en el Camp Nou, pasando de un honroso 2-0 a un heroico 2-2. La secuencia fue la misma que la temporada anterior, cuando los gallegos le pidieron un favor a su rival, que por aquellas ya no se jugaba nada. "En cambio vienes a mi casa, el día de la boda de mi hija a pedirme que mate por dinero", pareció decir Xavi, que se despedía en Liga. Finalmente se mostró misericordioso el Barça. Ayer estaba por ver si Messi Corleone se cobraba el favor.

Si contra el Valencia el inicio blaugrana fue fulgurante, esta vez la mar estuvo en calma, al menos en los primeros compases. Quizás el Barça pensaba en si se iba a morir hoy y cómo iba a hacerlo. En los últimos partidos lo hizo por suicidio, por depresión y hasta por accidente. Como escribió Robert Louis Stevenson, el prójimo debe destruirse del modo que mejor le parezca. Si los visitantes eran pacientes, más aún los locales, parapetados en su campo con un 4-4-2 pretoriano. Removía el Barça el balón y al rival, pero todavía con escasa fluidez. Eran los minutos que precedían las hostilidades. La primera vez que el Barça pisó el área gallega corría el minuto seis, y dio la impresión de que ya no dejó de hacerlo. Suárez remató al lateral tras un servicio filtrado de Iniesta. El Deportivo aguardaba cual carterista, silbando con las manos en los bolsillos pero predispuesto a robar y salir corriendo. Puestos a correr, el Barça aceptó el envite. Hilvanó la MSN como no lo había hecho en el último mes y Messi dio el segundo aviso y a la vez simiente del primer tanto. Manu, que no es Lux, envió a córner el disparo del 10 y desde la esquina Suárez se hizo grande en el área pequeña, ganándole la posición a Sidnei como un bregador nato mientras a Manu, que seguía sin ser Lux, se le caía la portería encima.

El Barça se avanzó por primera vez en los últimos partidos y se oyó un suspiro de alivio en parte del estadio y tres cuartos de Barcelona. Pero el bache empezó en el Madrigal y contra el Real Madrid, donde el Barça golpeó primero. Al menos obligaba al Depor a abrirse, y eso implicaba contraataques donde los de Luis Enrique se sienten a gusto, quizás ahora más, visto que para correr y sudar no hace falta estar inspirado. Que se lo pregunten a Bartra. El partido ya había enloquecido y Borges casi caza un balón al área franco mientras Bravo, más dubitativo que antaño, aguardaba demasiado resguardado bajo palos. Fue el aviso que precedió a la tormenta, o al menos al estruendo, porque el Deportivo no marcó todavía no se sabe muy bien por qué. Chuto Cani, el rechace le cayó a Borges, lento y patoso no acertó a disparar, tapado ahora por el meta chileno y Bartra, timorato y heroico a partes iguales. Probó Oriol Riera, acompañante de Lucas como estilete, pero alguien había escrito ya que esa jugada no acabaría en gol. Quién sabe si el Padrino se cobró el favor en ese mismo instante.

Las uñas de los culés seguían al ras porque las ocasiones se sucedían en las dos áreas, aunque con la diferencia de que en este partido la pelotita entró en la meta contraria y no en la propia. La confianza propició una mejora hasta en el juego, por fin difícilmente confundible con el de Martino. Messi aceleró una jugada con un simple toque que habilitó a Suárez. El charrúa miró la portería y la vio por fin con su dimensión usual. Visto el gen iracundo del Barça y la flor, desaparecida en los últimos encuentros, parecía impensable que el Deportivo repitiera por tercera vez la hazaña de igualar un 2-0 en contra. Tan imposible como cuando lo consiguió.

Si algo quedó claro en el primer tiempo es que la tarde-noche y lo que quedaba de Liga iba a ser apasionante. La primera de las cinco finales se jugaba para los tres equipos en apenas cuatro horas, como las otrora tardes deportivas, con teles, transistores a lo que hay que añadir ahora dispositivos móviles. Había empezado ya el Atlético. Quizás por eso salió el Barça a matar el partido y poder ir a ver a los rivales, cuando el Deportivo salía del vestuario relamiéndose tras haber visto las últimas remontadas en vídeo. Pero no hubo ni un atisbo de ellas. Suárez hizo bueno aquello de quien parte y reparte se queda con la mejor parte y sirvió en bandeja a Rakitic para que sentenciara en el encuentro nada más reanudarse este. Se volatilizó el Depor, y el Barça acudió a terapia para curar las heridas pasadas. Empezó acordándose de todo lo que era hace apenas un mes, y tanto habló que se inspiraron de nuevo Messi, actuando como el mejor 10, y Suárez, definiendo con el mejor 9. El 0-4 permitió al Barça yacer en el diván. Mientras el Deportivo se asomaba al balcón del área, la MSN se precipitaba al vacío. Messi sacó la escuadra y el cartabón de nuevo y se la dio a Neymar, asistente de un balón con saudade a Suárez. Tanta melancolía llevaba el envío que no marcó de primeras pero sí de segundas. Suárez monopolizaba los goles, no solo por las cuatro dianas, que le hacían superar a Ronaldo -al de verdad, bueno al mejor, o al gordo, qué hostias- sino también porque asistía como el mejor Benzema. Poco después de que a Lucas, paparra profesional, se le escapara el gol del honor, no dejó ni la honrilla Suárez, cuando puso el cuerpo, o por qué no decirlo, el trasero de maravilla y le regaló a Messi un balón que solo tuvo que empujar. 501 como profesional, y con mejor sabor de boca que el 500.

La relajación provocaba llegadas en ambos lados, también de los gallegos, que aprovechaban la desidia ahora sumada a la fragilidad de la defensa azulgrana, reluciente ya en el primer tiempo. Tan relajada estaba la zaga que Bartra se permitió una excursión. Se puso la mochila, llenó la cantimplora y guardó el tupper con el pollo empanado. Volvió a casa contándole a su madre lo bien que se lo había pasado y el gol que había marcado en el recreo. Todos querían golear, sabedores de que los goles son alegría, y por eso recuperó la sonrisa el Barça. Hasta casi sonrió Neymar, aún en rehabilitación, por debajo de sus colegas, pero también goleador gracias a la tercera asistencia de Suárez, el mejor porque Messi se lo permitió, desatascador y chisposo como hace apenas tres semanas, cuando el Barça era invencible. Se deprimió él y entonces se suicidó el Barça. No es que haya Messidependencia es que, como es lógico, Barça y Messi son la misma persona. La sonrisa de uno depende de la de otro, y viceversa. O viceversa no tanto.

La cuestión es que el Barça, con un insultante 0-8 bajo el brazo, recuperó definitivamente el juego y a Messi, que ya se dejaron ver ante el Valencia, y sobre todo la pegada merced al argentino y a Suárez. Pero si algo se trajo el Barça de Galicia fue alegría, sonrisas y ninguna lágrima rompiendo la racha que sigue obligando a ganar al Barça, pero ahora ya no quedan todavía cuatro partidos, quedan solo cuatro partidos.

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