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El Bayern de Múnich más racional siembra un 1-0 frente al Benfica

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 6 abr 2016
  • 5 Min. de lectura

En contra de lo que se propaga en los análisis más superficiales de Guardiola, el Pep es un técnico pragmático como pocos, camaleónico según el escenario en el que se presenta. Probablemente esté más contento que unas castañuelas con el 1-0, en un partido que los suyos dominaron de cabo hasta casi el rabo, no tanto por empuje ofensivo pero sí por sometimiento balompédico, con el camino allanado gracias Vidal, goleador de la noche cuando el portero lisboeta apenas se había calzado los guantes. Se asomó el Benfica y hasta asustó en un par de ocasiones al Bayern, que jugó con la camisa de fuerza autoimpuesta, con la regla número 1 de ganar el partido seguida muy de cerca por la norma vital de no encajar. Objetivo cumplido.

Dicen que esas son dos de las máximas para avanzar en Champions, y el equipo alemán quería ser fiel a su cita en las semifinales, a la que no han faltado en las últimas cuatro ediciones. En las dos últimas estaba ya Guardiola, para quien el penúltimo escollo ha significado la última parada de su tren europeo. Enfrente estaba el Benfica, inmaculado en las semifinales, porque no ha llegado a ellas desde que la Champions es Champions. Quien no se consuela es porque no quiere, pensaría Rui Vitoria, y más si su equipo se plantaba en el Allianz -Bayern Arena entre semana- habiendo perdido tan solo uno de los últimos veinte encuentros.

Lo último que se escuchó en el partido fue el silbato del árbitro; lo primero, la celebración del tanto de Vidal, antes que el pitido inicial e incluso del majestuoso himno de la Champions. Quizás el Bayern se pensaba que llegaba tarde a su propia casa, donde tenía cita con un invitado portugués. Venía de una prórroga y se notó en lo apresurado de los alemanes, que cruzaron la puerta, sudando, despeinados y con la camisa por fuera para decir al unísono: "Ya estamos aquí". Lo cierto es que parecía una continuación del tiempo añadido frente a la Juventus; por el ritmo y por la fabricación del tanto. Llegó desde la banda, después de que Lewandowski descargara para Bernat, salido de la misma máquina clonadora que Alba y Gayà. El centro del exValencia lo remató a la red Vidal, justificando porque jugaba él -además de Thiago- y no Xabi Alonso.

Tan pronto como marcó los locales se dieron cuenta de que la eliminatoria era larga, como cuando empiezas a decir el abecedario rápido y te das cuentas de que son 27 letras. ABCDEFGH, I, J... Ahí se frenaron los germanos, que salieron como un ciclón. Por algo jugaban en casa y tenían al Benfica como invitado. Guardiola ejerció de anfitrión y le enseñó todos sus departamentos. "Aquí tengo mi defensa, que casi ninguno actúa como tal, pero bueno he podido hacer un apaño", explicaba con gestos el de Santpedor. El Benfica, boquiabierto, asistía a la conferencia simulando que se enteraba del asunto mientras solo pronunciaba: "ahá...aha´..."

La circulación era fugaz, y lo mismo acaba en centros al área como en incursiones hacia el medio, de ahí la utilidad de jugar con Douglas Costa y Ribéry a pierna cambiada. Lo intentaron ambos con disparos lejanos, difícilmente catalogables como ocasiones claras. No había rastro de Jonas, Mitroglou, Pizzi ni Gaitán, teóricos jugadores ofensivos pero que actuaban como unos más en la comparsa defensiva que intentaba tejer Rui Vitoria. Y bastante tenían ya. Este Bayern te somete gracias a sus múltiples registros, como el centro del primer tanto o la jugada marca de la casa que finalizó MÜller, sin atinar en el remate, neutralizado este por Ederson, sustituto del ausente Julio César.

Sí que era cierto que los portugueses se sacudieron la presión inicial, pudiendo al menos sentarse en el sofá de la casa teutona, aún sin apoyar la espalda, curvado, pareciendo todavía enjuto pero pudiendo tomar un respiro. Incluso podía imaginar que al final de la casa había un par de áreas, una portería y un mayordomo con guantes, aunque todavía no se atrevió a pedirle un trago. Así acabó el primer tiempo, con el Bayern activo pero no despendolado, intentándolo otra vez mediante centros. Vidal no pudo bigolear y poco después lo intentó Ribéry, de chilena, a punto de emular el magnífico gol que venía de hacer el fin de semana.

Si en el dos de la primera se asomó Bernat, también se dejó ver en el dos de la segunda, aunque esta vez, por bajo, no encontró a Lewandowski, más implicado en el juego combinativo que en la finalización. Al segundo asalto se le veía rebelde, sin resignarse aparecerse a su primogénito. El guion monologuista no iba a continuar, al menos en las ocasiones. No era dificíl en el bando lisboeta, porque el Benfica había tenido un total de cero ocasiones de gol. Estaba todavía haciéndose a la casa y tenía que romper la timidez. Seguro que a todos nos pasa, que hasta teniendo la vejiga llena nos cuesta preguntar dónde está el baño. Es ahí cuando se borra cualquier atisbo de inferioridad. Lo preguntó Jonas, que bajó un balón en el área, se revolvió y remató con la zurda, algo obcecado tras la maravilla que acababa de hacer. Neuer se mostró seguro con los puños, tal y como lo había hecho con los pies, o las manos inferiores, porque da la sensación de que podía ser titiritero con cualquier de sus extremidades. No piensen mal.

No mucho después se acongojó de nuevo el Bayern porque aparecieron los puntales del Benfica. Hasta tres disparos en área chica tuvieron Jonas y Mitroglou, que acumulan 48 goles en el campeonato portugués, los mismo que Suárez y Messi en el homónimo español. Es cierto que ninguno de los tres intentos fue franco, y por ello ninguno precisó de la intervención de Neuer.

Se asustó el Bayern y se vanaglorió de no haberle enseñado la cocina al bisoño invitado, que mutó en peligroso y de haber podido se hubiera colado hasta el fondo preguntando cómo funcionaba la vitrocerámica. Guardiola puso el freno de mano, pensando más que actuando, mirando el marcador y no tanto la maqueta. Fue entonces cuando sacó el manual de defender con el balón, dominando, en la versión bundesliguesca más reciente. No es casualidad que los últimos partidos del campeonato nacional el Bayern se los haya llevado por 1-0, ese resultado tan cercano y tan lejano para sus rivales. Así descuenta jornadas Pep mientras el Borüssia Dortmund sigue a cinco, también cerca y lejos, no como años anteriores, que estaba a años luz. Quizás sea este uno de los factores diferenciales de esta campaña. En la noche europea no ganaba tres puntos pero lo parecía. Los locales apenas se asomaron más a su propio balcón, más allá de Ribéry, que se hizo un hueco en la defensa lisboeta, aunque su disparo fue repelido por el cumplidor Ederson.

El 1-0 sería un buen resultado si no viéramos el nombre de los equipos, y más todavía si no supiéramos que Guardiola está en uno de los banquillos. Pero una vez más el Bayern es su peor enemigo, visto desde su propio espejo, que no siempre le dice que es el mejor equipo del mundo. Haters aparte, el 1-0 es de nuevo ese resultado accesible pero imposible, imposible pero accesible, aunque un poco menos remontable sin Jonas, pintado de amarillo durante el encuentro y por ende sancionado para la vuelta.

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