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Reyes del Pizjuán

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 18 mar 2016
  • 4 Min. de lectura

Al Sevilla le bastaron diez minutos del mejor Pizjuán para finiquitar un partido que se antojaba peligroso. Liderados por un Reyes excelso y un Gameiro certero, los de Unai siguen con su paseo triunfal en casa, donde la vida parece maravillosa.

El campeón se presentaba en su reino, enmurallado como pocos, donde solo gana desde bien entrada la temporada. Unai debía revertir todo lo apático que se había mostrado su equipo en Suiza -y de hecho en la mayoría de estadios foráneos- y para ello no podía contar con N'Zonzi, por quien entraba el falso mediapunta Iborra. Tampoco estaba Vitolo, baja agravada por la ausencia de Konoplyanka.

Que el Sevilla es un equipo en casa y otro fuera lo saben aquí y en Suiza. Por si alguien lo dudaba, los hispalenses ejercieron de locales, abanderados por un Gameiro que ya fue el mejor contra el Villarreal, pese a no marcar. El francés presumió de hiperactividad y creó dos ocasiones en los primeros minutos. Para diferenciar una chance de otra, entremedias se estiró el Basilea, asomando lo justo la cabeza para confirmar que el Sevilla estaba nervioso, tal y como evidenciaron Kolo, pintado de amarillo desde bien temprano, y Soria, algo dubitativo en su primera salida.

El 0-0 era peligrosamente ambiguo y sobrevolaba a los presentes en el estadio. Solo se olvidaban, públicos y jugadores, cuando el balón llegaba a la frontal ajena. Los trecuartistas se desmelenaban, apoyados en un Gameiro móvil, que permitía hilvanar jugadas apenas seguidas por las piernas ni por los ojos de los contrarios.

El Sevilla jugó algunos minutos con la ambigüedad del 0-0, hasta que se acordó de que jugaba en el Pizjuán, aunque todavía no actuara como tal. Proponía el Sevilla casi por inercia, pero sin despendolarse, con la camisa bien abrochada, por dentro del pantalón y el nudo de la corbata intacto. Solo a base de córners y centros al área inclinaban el campo los de Unai, curtiendo el área de balones siempre repelidos por la tupida defensa del Basilea. El Sevilla incomodaba por insistencia y el Basilea porque se soltaba de vez en cuando, a cuentagotas pero selectivamente. Amenazaban más por el "ay si meten el primero" que por peligro real.

El Pizjuán fue el Pizjuán

El Sevilla estaba cabezón buscando centros y Rami se puso terco. Forzó el córner, botado por Reyes, que el mismo central aprovecharía, lanzándose al suelo con todo para rematar de cabeza y oler el césped antes de ver cómo el balón entraba susurrándole al palo. El camino se allanaba hasta que a alguno le dio por pensar que un gol dejaba fuera al vigente campeón. Tan testarudo se puso Rami que remató un córner, esta vez contra su portero, que respondió felinamente tras dudar en la salida.

La grada enmudeció para luego forzar las cuerdas vocales. Público y equipo se llevaron en volandas mutuamente, aunque esta vez el primer paso lo dieron los jugadores, una zancada que eliminaba cualquier atisbo de eliminación. Los nubarrones que se cernían en poco campo propio se disipaban al cruzar la divisoria. El más vertical fue Reyes, colosal, golpeado, mareando a los rivales como una travesía en alta mar. Era el único extremo sevillista y actuó casi como fuera el último en la faz de la tierra. Una jugada del capitán, con el balón besando la línea de fondo, llegó a Gameiro, que hacía ver que pasaba por allí y solo tuvo que empujarla. Lo mismo tuvo que hacer en el tercero, esta vez tras un presente de Krohn-Dehli. El remate no entró de primeras pero sí a la segunda, con el bendito suspense de pegar dos veces en el travesaño. Dos goles de ariete, de empujarla, pero para los que hay habitar en el área, algo que no es obligatorio para un delantero nómada como Gameiro, dispuesto siempre a hacer la maleta en zona ofensiva. Marcó un doblete el día en que Deschamps le ignoró una vez más.

El Sevilla encarriló el partido en el tramo final de la primera parte gracias a diez minutos de magia y la conexión letal de sus hombres de ataque. Mención especial también para Krohn-Dehli, iniciando la jugada del segundo, habilitando en el tercero y cumpliendo con su licencia de todoterreno.

Krohn-Dehli KO; Krychowiak OK

Mucho van a echar de menos al danés si la lesión por la que tuvo que ser sustituido nada más iniciarse el segundo envite es grave. Entró Escudero, un lateral, porque no había extremos. Había extremo, uno, en singular, pero sobraba con Reyes y el duende que paseó por la hierba también en la segunda mitad, al trote, sin forzar la máquina, para que todos pudieran ver a velocidad real lo inspirado que estaba. Los deberes estaban hechos y solo quedaba ya subir nota. Entraron Krychowiak, recuperado mes y medio después, y Llorente, útiles también para dar descanso a los tótems de este equipo. Como nota positiva Unai también se llevó a casa la confianza de Soria, con el cerrojo en su portería pese a que el Basilea aún se permitió alguna licencia en ataque.

Diez minutos sobraron para que el Sevilla encarrilara su undécima victoria consecutiva en la competición europea como local, récord absoluto. El mejor Reyes no especuló y el equipo pudo dosificarse. Se guardó hasta la grada, sabedora de que vienen curvas de aquí a final de temporada.

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