Youth
- Sergio Vázquez
- 16 mar 2016
- 3 Min. de lectura
"Mirad, he hecho una gran obra y me complace mucho, pero, como todo lo terminado, ya empieza a aburrirme. Quiero retirarme y, como culminación de este fructífero día, permitirme un pequeño entretenimiento en las cámaras de mi corazón."
El perfume, Patrick Süskind.
El Sevilla-Villarreal demostró, entre otras muchas cosas, que la Liga española tiene los mejores entrenadores. La porfía entre Unai y Marcelino fue un duelo a camisa desabrochada. Daban órdenes a sus jugadores, pero no dejaron de mirarse entre ellos durante todo el partido. El resultado fue de 4-2, como pudo ser de 2-4 o de 0-0. El objetivo final del fútbol, ese que debiera ser hacer disfrutar a los que está delante del televisor, se había cumplido. "Ha sido un gran partido", declaró Marcelino, teórico perdedor en el Pizjuán.

El duelo de entrenadores de ese domingo cualquiera no fue un caso aislado. La Liga cuenta con un elenco de bandera, bien representada especialmente por la clase media. Jémez y Setién, los Guardiolas de los pobres, hace bueno cualquier esfuerzo de visionar los partidos de sus equipos. De hecho, de esfuerzo tiene poco. La labor de Valverde en el Athletic está siendo encomiable. Víctor, humanizado en las últimas jornadas, llegó a Coruña para sostener al equipo en Primera y de paso sacarse a Lucas Pérez de la manga. Incluso técnicos que otrora militaban en nuestra liga se han ido a hacer prácticas a Inglaterra, como el bueno de Quique Sánchez Flowers. Toda esta camada está emergiendo cuando se atisba que la Selección quedará huérfana de comandante. Aguardan en la cola, como si fuera la de la pescadería, para recoger el testigo de Del Bosque. Pero todos tienen un mismo defecto. Juventud.
Decía Marla en El club de la lucha que en la naturaleza no hay animales viejos, porque mueren tan pronto como envejecen. En el fútbol español, por suerte, a los entrenadores no se les mata, pero sí se les envía al retiro. Se ha instaurado la ley no escrita de que el Seleccionador tiene que ser canoso y/o calvo, de piel lampiña y con la ocupación máxima de prejubilado. Su currículum a nivel de clubes tiene que estar tan lleno que esté saciado, cansado, atropellado por el día a día futbolístico. La única preocupación del susodicho tiene que ser mecerse en una cabaña situada en lo más alto de la última montaña. La actividad que desarrollaría es, a lo sumo, bajar a por el pan, es decir, jugar partidos de clasificación. El asueto finaliza en verano, donde tiene que salir al ruedo como Santiago sale a alta mar en El viejo y el mar.
No extrañaría que finalmente Del Bosque continuara tras la Eurocopa. El inmovilismo federativo sumado al problema sucesorio pueden alargar el asunto hasta que los Valverde, Unai y compañía tengan la barriga a reventar. Primero querrán ganarlo todo, o al menos intentarlo. Luego llegará la meditación, vestidos de rojo. Alguien dijo un día que ese era el paso final, el de la de la verdadera juventud. Qué hay si no después de la vejez. Es lo que entenderá Del Bosque, a quien no cuesta imaginarse yendo al médico como Michael Caine en Youth:
"- Está tan sano como un caballo, Sr. - ¿Mi próstata, al menos...? - ¿Su próstata? No tiene ningún problema. No ha tenido problemas hasta ahora y no los tendrá.
- Entonces... he llegado a viejo sin entender cómo llegué hasta aquí. - ¿Sabe qué le espera afuera? - No, ¿qué? - Juventud.”
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