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De tú o de usted

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 24 feb 2016
  • 5 Min. de lectura

La eliminatoria entre Juventus y Bayern de Múnich era una de las más bonitas de ver en los octavos de Champions, por la grandeza de los equipos y también la presumible igualdad entre ellos. Una igualdad que se ha hecho patente sobre todo desde el sorteo hasta hoy, con la Juventus prolongando su racha de victorias hasta 15 y mostrando una superioridad apabullante contra un Bayern de Múnich al que le está costando coger el ritmo vertiginoso tras el prolongado parón navideño alemán.

Sobre el césped, Allegri y Guardiola usaron lo que tenían. Llegaron al partido Khedira y Mandzukic y el técnico italiano los puso sobre el verde. No así Chiellini y Alex Sandro, forzando a Allegri a formar con un 4-4-2. El del Santpedor tenía también problemas en la defensa, sin Boateng, Badstuber, Martínez y Benatia recién recuperado. Repitió con Kimmich y puso al comodín Alaba de central.

A los 30 segundos, ambos conjuntos fueron honestos con lo que iban a hacer en el partido. El Bayern de Múnich recuperó rápidamente el balón y lo movió de un lado a otro, menos cuando lo perdió. Fue entonces cuando la Juve mandó un balón larguísimo. Lo cazó Mandzukic, ex del Bayern, y disparó tímidamente a puerta. Guardiola quería monopolizar el balón y formó a jugadores para ello, con solo dos extremos y no tres -Coman empezaba en el banco. A cambio, Thiago acompañaba a Vidal en la creación. Fue el chileno, esta vez ex de la Juve, el que respondió al disparo de Mandzukic con otro más potente, centrado también, que escupió de puños Buffon.

Con una ocasión para cada uno, se asentaron en su guión. El Bayern de Múnich sacó el martillo, no el de las llegadas pero sí el de la posesión. El nombre está bien puesto, porque el Bayern te posee, se pone encima de ti y te ahoga, suave pero vorazmente. No significaba eso que la Juventus estuviera a disgusto, agazapada en su área, achicando agua sobre todo en las alas, con Lichsteiner y Evra estresados pero asistidos por Pogba y Cuadrado.

Los 100 toques que necesitaba el Bayern para presentarse ante Buffon se contraponían con los tres que precisaban los italianos para acongojar a Pep. Recibió Dybala, la puso en el área y remató Mandzukic, desviado pero lo suficientemente cerca como para espolear a la grada. No se pusieron nerviosos los bávaros, o no al menos hasta el final de la jugada. Llegó de forma clara el Bayern, quizás demasiado, tanto que Lewandowski y Müller se encontraron solos ante Buffon. El polaco la dejó atrás, muy atrás para su compañero, que venía de marcar un gol antológico en Bundesliga, y no la pudo empujar.

En un cuarto de hora el partido era ya partidazo, con dos ocasiones para ambos y un guión de partido de muy claro. Siguieron los muniqueses sometiendo, como un grifo roto que no para de gotear, como un equipo grande que quiere confirmarse en Europa, cansado de ser ninguneado solo porque apabulla a sus rivales en Alemania.

Cuando el Bayern más intentaba minar la moral del rival, más solidarios se mostraban los de la Vecchia Signora. No se avergonzaban de ser dominados, sino que sacaban a relucir su orgullo y no costaba ver, por ejemplo, a Mandzukic en el lateral izquierdo. Por eso Bernat y Lahm ocupaban posiciones ofensivas, retando a todo aquel que quisiera plasmarlo en un esquema ¿2-7-1? Por qué no.

Bajó de revoluciones el encuentro y con ello la velocidad de circulación bávara, con dificultades para romper las dos murallas de la Juventus. Los de Pep rozaban el pasivo hasta que encontraban una fisura, sobre todo por el centro, donde apareció Bernat, disparó con dificultades, las mismas que tuvo Buffon para evitar el gol.

La primera parte acababa con 70% posesión para el Bayern, que confrontaba su paciencia en la circulación con la disciplina de los pupilos de Allegri, a veces más cómodos defendiendo que los visitantes atacando. Sobre todo en las bandas, donde apenas encontraban opciones para el uno contra uno. Vigilaron de cerca a Robben y Costa casi toda la primera parte. Casi. En el minuto 43 el holandés encaró por la derecha. La puso pasada pero ahí estaba el otro extremo, que hizo bueno el centro al servir el balón al punto de penalti. Apareció Müller, que adelantó al Bayern y de paso se redimió.

La segunda parte empezó con Hernanes, sin Marchisio y con más presión de la Juventus. En lo psicológico, por el 0-1, y en lo táctico, exigiendo más a los centrales del Bayern de Múnich, que eran parches porque así se presuponía, no porque los de Allegri los hubieran puesto a prueba. Enseguida intimidaban los alemanes, sin usar ocasiones, solo tejiendo diez pases con los que parecían decir: "No me tutees, tráteme de usted". La Juve, respetuosa, de momento respondía con un educado " Sí, señor".

El primer tanto demostró que la forma más clara de marcar era con el rival desordenado. Y qué mejor manera que a la contra. Eso también es el Bayern de Pep, un equipo camaleónico que puede armar un contragolpe efectivo. Y así fue como salieron las balas. Lewandowski habilitó a Robben, que parecía que se estaba liando. Pero era Robben. Marcó un gol de los suyos, con el balón cosido a la bota, cerrándose hasta poder chutar. Y lo hizo a la escuadra.

Con el 0-2 la Juventus estaba obligada a cambiar el guión si quería embarcar a Múnich con algún propósito. Al Bayern de Múnoch le bastaba con dormir el encuentro de forma autoritaria, como hasta ahora, o aprovecharse de algún contragolpe, igual que en el segundo tanto. La Juve era ya una funambulista del fracaso, abocada a él. No significaba eso que no fuera aprovechar los regalos. Kimmich, que no es central aunque lleve seis partidos ejerciendo como tal, le ofreció un presente a Mandzukic. El croata hizo lo propio con Dybala y La Joya no perdonó ante Neuer.

Nada cambió, porque el cuadro alemán siguió con el mismo guión, pero todo cambió, porque la Juve se vio con más opciones que con 0-2, 0-1 y hasta con 0-0. Cuadrado tuvo la más clara ante Neuer, salvador del 2-2 ante el colombiano. Poco después disparó Pogba, aunque esta vez el meta alemán no precisó de sus reflejos.

Por primera vez los jugadores bávaros no sabían qué hacer: si conformarse con el 1-2, ir a por el 1-3 o tener miedo al 2-2. El resultado fue quedar a merced del rival, que sí que estaba convencido de ir a por todas. Lo disimuló bien Allegri quitando a Dybala y metiendo a Morata. Pero una asistencia del español que aprovechó Sturaro, también uno de los refrescos, dio la razón al entrenador italiano, como hace diez días contra el Nápoles. El tanto fue resultado de una buena triangulación entre Mandzukic, Morata y Sturaro, posibilitada por Kimmich, que se quedó con el dorsal del jugador de la Juventus.

Ahora sí Allegri tuteó a Guardiola, perdiéndole el respeto y confirmando que la defensa bávara era de circunstancias. De malas circunstancias. Se demostró en los últimos 25 minutos, donde la Juventus pudo hasta ganar el partido, igual que en la primera hora de encuentro el Bayern de Múnich fue amo y señor de este.

El resultado probablemente se quedó corto para la autoridad que mostró el todopoderoso alemán. También quien pensará que es un marcador escueto para el arreón final italiano. Lo que queda claro es que fue un partidazo, por lo que el más beneficiado del 2-2 es el espectador, que en dos semanas vivirá la reválida de una brutal eliminatoria aún por decidir.

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