El gigante asiático
- Sergio Vázquez
- 9 feb 2016
- 3 Min. de lectura
"Lo supremo en el arte de la guerra consiste en somete al enemigo sin darle batalla".
El arte de la guerra, Sun Tzu.

Cuenta una de las muchas fábulas chinas que un rey precisaba de un caballo que corriera kilómetros y kilómetros sin detenerse. No importaba el dinero a desembolsar, quería el mejor. Pasaron unos años y ningún corcel se acercaba a las pretensiones del poderoso emperador. Apareció entonces un consejero que le prometió al rey su deseado animal. El rey, desesperado ante la búsqueda inútil, aceptó la propuesta del oportuno personaje. Transcurridas escasas semanas, apareció el hombre con un caballo a cambio de quinientas monedas de oro. El rey avistaba al hombre con su botín, que parecía dormido. Cuando se acercaron, el rey enfureció al ver que el caballo estaba muerto. Su Majestad le espetó al buen hombre que para qué quería un caballo muerto, a lo que el consejero de dudosa reputación respondió con calma: "Si Su Majestad paga quinientas monedas de oro por un caballo muerto, ¿no daría mucho más por uno vivo?" Y así fue como el rumor fue correteando por todo el imperio. Los comerciantes se frotaban las manos de pensar lo que el rey pagaría por sus notables caballos si había pagado quinientas monedas por uno muerto. En poco tiempo el establo de la corte contaba con los mejores caballos del territorio.
Hubo un tiempo en que el Imperio Chino, duradero como pocos, era temido mientras encadenaba dinastías. Hoy en día, cuando las formas de conquista son ya muy distintas, el país oriental se ha adaptado a los nuevos tiempos. Conocen las costumbres de todos los territorios que quieren dominar. Saben, por ejemplo, que en España somos de cansarnos rápido de los negocios que se hicieron mainstream en su momento. Primero atacaron la tradición yendo a por las ya extintas tiendas de veinte duros, que han mutado hasta en su denominación, llamándose directamente "tiendas de los chinos". Poco después, haciendo uso de su estoica resistencia, se lanzaron a dominar los bares, no solo en las tragaperras, sino también detrás de la barra. A los españoles nos cautiva la idea de ser emprendedores en la restauración, quizás porque creemos que se parece a disfrutar de ellos. Cuando vemos que es un negocio al que hay que echarle 17 horas, el cartel de "se traspasa" no se hace esperar. Y ahí están ellos, aprovechando la oportunidad desde el silencio. Quién sabe si en un futuro se dedicarán al negocio de los cigarrillos electrónicos o de las gafas que se abren por la mitad, ambos de éxito efímero. En lo que ahora están es en el fútbol, que no es que en España nos hayamos cansado de él, pero lo de fichar ya no se lleva tanto. A eso están dedicando su pretoriano esfuerzo. Y están dispuestos a desvalijar Europa de jugadores. Han gastado incluso más que en la Premier, donde los de las finanzas es cuanto menos idílico.
Se han inmiscuido tanto en nuestras costumbres que hasta han tomado un poco de ellas. Sus fichajes tienen algo de cuando nosotros bajamos al chino -a la tienda, en-tiénda-se- a por una inofensiva grapadora y subimos con tres libretas, cinco paquetes de post-its, una maceta y unas tijeras de podar. Solo a veces se cumple el complicado objetivo de comprar un objeto. Casi siempre se compra mucho y barato. A veces hasta caro. Y eso es lo que da miedo. ¿Si compramos una figura cochambrosa por 30€, cuánto estaríamos dispuestos a pagar por el Discóbolo de Mirón? O lo que es lo mismo, si el fútbol chino ha desembolsado importantes cantidades de dinero por Jackson, Ramires, Kakuta, Gervinho y muchos otros, ¿cuánto pondrá encima de la mesa cuando sus objetivos sean otros?
Por el momento son jugadores a medios gas los que en China están importando, y por eso no nos está importando. Pero el enemigo no es solo una amenaza, es real y se llama, entre muchos otros equipos, Guangzhou Evergrande. Hasta el apellido es mitad inglés y mitad español, mostrando más maña para los nombres que en bares o en tiendas. El caso más reciente es el de Jackson, pero el equipo entrenador por Scolari -no es casualidad- ya paseó algunas de sus figuras, al menos en nombre, como Paulinho y Robinho, por el Mundial de Clubes. El ascenso ha sido meteórico, pues con el Guangzhou, como diría Piqué, empezó todo cuando allá por 2012 fichó a un Lucas Barrios que todavía gozaba de buen cartel en Europa.
El ejército se está armando, y aquí, otra cosa no, pero pícaros somos y nos estamos dando cuenta. La Liga española está facilitando horarios para la televisión oriental, y felicitando el Año Nuevo chino en los campos de Primera. Si no puedes con el enemigo, únete a él.
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