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¡Lo que yo quería!

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 5 ene 2016
  • 4 Min. de lectura

Cuando Cerezo charla en el parque -o en el palco- con el resto de los padres de los equipos de Primera, se le cae la baba. Recuerda a esa madre que entrecruza los brazos y dice aquello de: "Uy, pues mi Diego Pablo es más bueno...". El Presidente del Atlético de Madrid se cansó de que siempre hubiera bulla en casa. Ahora que le ha tocado un hijo modélico, ordenado y que roza la matrícula en las notas tiene que mimarlo en cada período navideño. Simeone, el susodicho, sabe que tiene crédito y que puede pedir casi cualquier cosa, desde el Cinexin hasta el Scalextric. A veces peca de caprichoso sin reparar en que tiene juguetes que le pueden divertir más que el último artilugio del mercado. Venga de fuera o lo tenga en casa sus plegarias, aunque indirectamente, se cumplen. Le sucedió el año pasado con Griezmann y ya le está pasando este con Thomas.

Cuando asomaba diciembre de 2014, Simeone se sentó en su escritorio y redactó de su puño y letra. "Querido Papá Noel, este año he sido muy bueno, pero solo voy a pedir una cosa: un delantero". No se había divertido lo suficiente con Griezmann, y Mandzukic cumplía pero no lo suficiente; goleaba pero no todo lo esperado. Se incrustaba en el área rival con su isla, esperando a que le llegaran balones sin participar en el juego, peleando contra la zaga rival y contra su fama de venir del Bayern de Guardiola. Eso nunca le ayudó. Sea como fuere, el pequeño Pablito pidió un delantero y Papá Noel le trajo a Torres, un juguete que ya había estado por casa pero que él nunca había probado. Se contentó mientras se daba cuenta de que el delantero ya lo tenía en casa y era francés. El 21 de diciembre, con la carta ya en el buzón del gordinflón de Laponia, Griezmann aterrizó en el Atlético de Madrid. Bueno, lo había hecho el verano pasado, pero a partir de ahí dio lo que se esperaba de él o incluso más. Hasta esa jornada llevaba tres goles, y acabó el curso con 19. Cholito había pedido a Papá Noel un delantero justo cuando se enteró de que su mejor regalo ya rondaba por los pasillos del Calderón.

Esta temporada el problema no es el delantero, o no al menos por número. Correa, Vietto, Jackson y los ya mencionados Griezmann y Torres conforman una nómina más que suficiente. El cuerpo quizás le pide pedir a un delantero que ahora no Costa-ría mucho, pero ante todo es un buen hijo. Además, tiene otras prioridades y sigue confiado en poder jugar con Jackson, un capricho no de Navidad pero sí por sacar buenas notas en junio.

La lesión de Tiago y el bajón de Gabi, sus juguetes más manoseados, provocaron que la carta a Papa Noel fuera muy parecida a la del año anterior. Solo cambiaba la posición. Ya no quería un delantero, ahora precisaba de un centrocampista. Los deseos fueron, cómo no órdenes para papi Cerezo. Con tal de tener contento a su hijo predilecto compró no uno, sino dos juguetes muy parecidos. Uno es joven y apenas tiene nombre en el mercado. El otro está ya consolidado porque directamente se lo ha usurpado a un vecino gallego que vive un poco más bajo. En la clasificación, digo.

Alguien de la familia -seguramente las abuelas, que de la vida saben un rato- propuso que le envolvieran un regalo que ya tenía. Como ya pasó con Griezmann, alguien sospechaba que lo que pedía Simeone ya estaba en casa, así que bajaron de la estantería a Thomas y se lo empacaron junto a los dos regalos nuevos. El pibe, que puede ser caprichoso pero no tonto, se dio cuenta enseguida y no le hizo especial ilusión cuando vio un juguete que ya tenía. Con Augusto y Kranevitter sí que pronunció aquello de: "¡Lo que yo quería!".

De lo que no se percató el Cholo es de que la caja en la que venían Augusto y Kranevitter era solo una filfa fotográfica. En el dorso podía leerse: "Vale por dos mediocentros. Canjear a partir del 04/01". La ilusión se convirtió en decepción en cuestión de segundos. La espera se haría larga con sus antiguos juguetes, sobre todo porque tenía que hacer frente a dos citas importantes. Cuando estaba haciendo la maleta para jugar contra sus amigos, le quedaba un hueco, y vio en el suelo, con la mirada perdida e inmóvil, a Thomas. Decidió meterlo a última hora, y enseguida tuvo que sacarlo de la chistera. Durante la tarde en casa de su atolondrado amigo Paquito Jémez, se estaba aburriendo sobremanera y utilizó a Thomas. Algo parecido a lo que le sucedió la noche del sábado. En ambas situaciones, vieron sonreír al Cholo mientras jugaba con Thomas. Él intentaba disimular en el pasillo cuando notaba la mirada de Cerezo, pero en verdad se lo está pasando en grande y está a punto de reconocerlo. Ante todo, es un buen chico, e incluso ya sopesa preguntarle a papi si aún guarda el ticket de los argentinos.

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