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Feos a rabiar

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 2 feb 2016
  • 3 Min. de lectura

"Era la fealdad derrotada, que suele ser mucho más cautivadora que la verdadera belleza, aunque solo sea por la paradoja que lleva consigo. A diferencia de ese otro método que consiste en el simple buen gusto acompañado de cuidados científicos, en este caso el éxito era consecuencia de la exageración de los defectos; Mag había logrado transformarlos en adornos por el procedimiento de exagerarlos con la mayor osadía [...] Incluso el tartamudeo, auténtico, sin duda, pero también un poco forzado, había sido transformado en virtud."

Desayuno en Tiffany's, Truman Capote.

Decía Faulkner que la memoria cree antes de que el conocimiento recuerde, y en Valencia se aferran a Luz de agosto como si fuera la Biblia en los últimos suspiros. Si por conocimientos de fútbol se tuviera que guiar la afición che, muy pocos creerían en el equipo de Neville, sin rumbo presente ni futuro. Pero, agarrándose a la memoria, la historia reciente del Valencia cuenta con un precedente que retó a todos los eruditos del fútbol. Lo protagonizó Ronald Koeman, héroe y villano, vilipendiado como pocos en Mestalla, y no será por labios no afinados del respetable en Paterna.

El holandés recaló en el complejo banquillo del Valencia en 2008, ya con la temporada empezada. Todos los equipos tenían su mano armada y el Valencia aún estaba pidiendo carta. Llegó después de la destitución de Quique, dejando al Valencia en la deshonrosa cuarta posición. Koeman llegó con ilusión, pensando quizás que debía ganar la Liga, como ya hizo en Holanda pero no en Portugal. Neville aterrizó sin currículum, pero se parecía muy poco a Nuno, al menos físicamente, y eso ya le valía a la afición che, que se hacía selfies con el exlateral del United. Alguno se mostraba receloso y le regalaba, como buen fan de la saga El Padrino, naranjas por si el asunto no acaba de enderezarse.

Y efectivamente el Valencia está deambulando en Liga más o menos como lo hizo con Ronald Koeman. El ahora técnico del Southampton consiguió seis puntos en sus primeros ocho partidos como valencianista, uno más que el bueno de Gary, que todavía no sabe lo que es sumar de tres en tres. Pero el inglés no rechaza todavía las comparaciones con Koeman. Cuesta recordar un Valencia tan defenestrado como ambos, coqueteando con el descenso. Un abismo que se contrapone con la consecución del título copero que consiguió Koeman. ¿A quién se enfrentó el Valencia en aquellas semifinales? Bingo. Ni que decir tiene cuando el Valencia volvió al tedio rutinario de la Liga perdió 5-1 en San Mamés y Koeman se fue por la puerta de atrás, cinco días después de haber levantado el último título valencianista. También es cierto que dejó al equipo a cinco puntos del descenso -casualmente los mismos que ahora-. Apareció entonces un tal Voro, que no por casualidad se llama Salvador, y consiguió doce puntos en las últimas cinco jornadas.

Los dos Valencias se parecen mucho, sobre todo en lo desnortado de la institución. El propio Koeman dijo que, tras la Copa que el ganó, el Valencia no conseguiría otro título en cinco años. Y se equivocó, porque ya van casi ocho. Fiándonos del conocimiento, no será tampoco este año. A nadie le parece que el Valencia pueda eliminar al Barça, por eso precisamente tiene muchas opciones. En Liga sigue deambulando. Los jugadores no se motivan por tres puntos, un botín poco suculento comparado con un título. La copa tiene ese punto de desconexión, sin compromiso, hasta erótico. En Liga quedan todavía 16 partidos, y tendría que ganar muchos para aspirar a salvar la temporada. Entre semana, en cambio, bastaría con dar el callo en tres partidos, un atajo más eficiente.

Este Valencia recuerda a la amiga de Holly Golightly, fea a rabiar, que incluso exageraba su tartamudez para alcanzar el súmumm de la fealdad, tomando un atajo hacia la belleza. Neville y su equipo son horrendos -en juego, entiéndase- pero pueden tomar un camino muy corto para quedar, cuanto menos, presentables.

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