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Han Solo que mal acompañado

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 8 ene 2016
  • 4 Min. de lectura

Si en esta crónica-crítica-panfleto tratara de emular mi experiencia viendo 'Star Wars: El despertar de la Fuerza', no hablaría de la susodicha hasta el tercer párrafo, como pronto. Se podría hablar largo y tendido de la demora en los inicios de las películas en el cine. La agonía se prolonga anuncio tras anuncio. Siempre parece es el penúltimo. Y si solo se promocionaran próximos estrenos, sería pedante aunque lícito. El problema es que te cuelan más anuncios que una película de sofá, con la diferencia de que te los ponen todos al principio. Hay quien puede pensar que esto es una ventaja, así luego ya ves la película del tirón. Mucho me temo que no se presta atención a las personas de vejiga inquieta, como servidor, que vemos descuadrado nuestro horario miccional si la película es larga y encima empieza media hora más tarde de lo previsto.

A la mitad de espectadores expectantes ya se nos había olvidado la película que íbamos a ver. Casi como ahora, que a mí se me ha olvidado que tengo que hablar de ella y a ti, misterioso lector, que ya no sabes ni qué haces aquí. Recordé dónde estaba y hasta cómo me llamaba gracias al estruendo inicial, típico de la saga. Más de uno nos quedamos sordos. Es lo que tiene estar en una sala Dolby 7.0 HD sorround 3D mpk14sk, o algo así me dijeron para soplarme la billetera. Miento si digo que no lo pagué encantado, sobre todo porque en mí residía una sospecha de que no me acabara de convencer el asunto de las naves y los láseres. Todo en la vida es la sensación y el recuerdo que guardas de un episodio; no digamos ya en el cine, y todavía más en Star Wars. Los que con diez años fueron al cine a ver el estreno total quedaron ensimismados, recordando más el mito que la película en sí. Por eso sigue habiendo fenómeno galáctico pese a que las últimas cintas, que en verdad eran las primeras, dejaban bastante que desear. Star Wars es la esencia, la imagen mental que evocan. Por si no me gustaba, quería guardar un buen recuerdo y verla como si estuviera montado en una nave. Por cierto, que la película se haya adaptado a estas nuevas formas de consumo ya juega mucho a su favor. Es un tanto fácil de apuntarse, pero no por ello hay que restarle méritos.

En lo que más se ha adaptado Abrams -estamos en el tercer párrafo, toca hablar de la película- es en la elección de sus protagonistas. Bueno, en los más protagonistas, porque de personajes importantes hay unos cuantos. En los tiempos políticos de, por ejemplo, Obama y Hillary Clinton, los nuevos personajes que chupan más cámara son un negro y una chica. Es en ella donde está justificada está novedad. Daisy Ridley representa una zagala mu apañá que está dispuesta a coger la espada del protagonismo y abandonar los clichés de la mujer como complemento, por muy reina o princesa que pudieran ser. Las chicas ahora son guerreras. John Boyega, como dijo Boyero, efectivamente es negro. No hace mucho más que una función de aceptación social, más allá de escolta simpático de Ridley, aunque bien podría ser escolta de los Brooklyn Nets.

Pasando por alto el artificio batallero y navalespacial, que lo hay, la cinta recupera e incluso agranda el tono humorístico. La chispa de algunos personajes recuerda a los gags extradiegéticos de Guardianes de la Galaxia. Allí arriba todo queda en familia. Y hablando de lazos familiares, el árbol genealógico de la saga da para un culebrón venezolano de 11 temporadas. Hasta aquí puedo escribir.

No caigo en el spoiler si digo que la trama se centra en rescatar a Luke Skywalker, como ese equipo que va al mercado de fichajes invernal a por una estrella del pasado. A decir verdad, los grandes de la galaxia tienen mucho de equipos multimillonarios. Que si vente al lado oscuro que yo te daré el poder, que si en la luz encontrarás la Fuerza. Algo parecido escucharían Figo y Luis Enrique antes de cambiar de bando.

Con la excusa -si se me permite la palabra- de ir a buscar al bueno de Luke, se da paso al remember de las primeras películas -rodadas, no en orden- donde tienen cabida las viejas glorias. Bueno, viejas sí; la gloria es solo para Harrison Ford. El bueno de Han Solo no desentona y además no está solo -había que decirlo-, está muy bien acompañado. Más allá del negro y la chica -es tierno nombrarlos así- hay un amplio abanico de protagonistas, coprotagonistas o secundarios de rango alto, donde destaca Oscar Isaac. Abrams también recupera un villano con peso, Kylo Ren, que supera a Darth Maul aunque tenga nombre de cantante teenager de pop-rock. El único problema de Kylo Ren es que se quita la careta, y lo hace muy pronto. Apenas se hace de rogar, y lo que podría ser una intriga erótica lo convierte en un destape casi pornográfico. Adam Driver pierde mucho sin máscara, como ese chico interesante que se quita las gafas de sol y bizquea. No es bizco eh, era una forma de hablar. Solo tiene una nariz importante. Y unas orejas que tapa con su pelo a lo Jon Snow. Pero vamos, que podría sujetar las gafas 3D sin problema. Ya lo he dicho.

En resumidas cuentas, Abrams supera el examen con nota. Desata el corsé que George Lucas se había impuesto en la última tanda de películas. No tiene que vivir oprimido a una precuela con constantes guiños como le pasó a Lucas. Abrams crea nuevos horizontes sin olvidar la esencia galáctica. No podía acabar esta octavilla informativa sin compararlas. No leerán aquí un ranking de las siete películas distribuidas hasta ahora, más que nada porque están muy distanciadas en el tiempo y mucho tiene que ver en la etapa que te haya picado el gusano galáctico. Los de 50 dirán que como la primera ninguna, aunque probablemente escondan un regusto positivo en esta séptima. La última nos ha gustado a los que nos ha pillado en la madurez, cultural al menos, que vimos las primeras en el sofá, sin ambiente, y en las tres siguientes nos llevamos a casa un bajón importante. Ni notas, ni clasificación. Solo diré que es en la que menos he parpadeado. Y no solo por las gafas.

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