La última borrachera del año
- Sergio Vázquez
- 31 dic 2015
- 3 Min. de lectura
"Lo que más le asustaba era, el hecho impreciso y nunca mencionado -tal vez ni siquiera mencionable-, de que todos los síntomas de la época de bebedor de Jack hubieran vuelto, salvo la propia bebida"
El resplandor, Stephen King

Mundialito de por medio, el Barça había olvidado que venía de dos empates consecutivos en Liga. Para celebrarlo -lo del Mundialito, digo- se montó un pequeño coloquio antes de empezar el encuentro. Las cinco copas sobre el verde y el partido 500 de Messi auguraban una celebración casi obligada. Se respiraba una atmósfera semejante a la de Nochevieja en muchas casas, donde está la obligación de celebrar el fin de año, aunque no siempre tiene que apetecer. El ambiente se enrarecía todavía más por ser el primer partido después del parón navideño en unas fechas pintorescas. El último envite después de un parón navideño fue en Anoeta, donde se diría aquello de contigo empezó todo. Luis Enrique aprendió que la MSN no rota, y en el último partido del año no lo olvidó.
Ambos equipos empezaron tímidos, como asomados a ese pica a pica eterno, viendo el alcohol y las muchas copas que había, pero sirviéndose Coca-Cola light y sin cafeína, el súmmum de la sosedad. Solo Neymar daba algún argumento de fantasía, atajado rápidamente por el Betis con faltas. Los de Mel regalaron el balón casi con descaro y quedaban a merced de su físico y de la inspiración azulgrana.
Le costó al Barça mostrarse vertical, y Sergi Roberto quiso enseñar la manera. El de Reus era titular para dar descanso a Iniesta -también rotaron Piqué y Alba- y volvió a cumplir, esta vez de centrocampista, su teórica posición pero en la que más le cuesta mostrarse. No le salían las cosas al Barça y el Betis tampoco estaba excesivamente tenso, así que el árbitro decidió apuntarse a la fe de erratas. Estaría en su derecho si no fuera porque allanó la victoria culé, como ya había sucedido unas horas antes con el Real Madrid. Normalmente conviene no reírse de las desgracias ajenas, pero incluso ahora más vale no jactarse de los beneficios arbitrales del vecino, porque el próximo damnificado puedes ser tú. El penalti le pilló a Messi yendo a por hielos -o poniéndoselo-, Neymar se empeñó en fallarlo y Westermann se lo acabó metiendo en propia para finiquitar la jugada rocambolesca del partido. Penalti ficticio, expulsión de Mel y gol en propia. La precuela fue la lesión de Bruno; la continuación, la de Westermann.
Vicandi abrió la lata -o el champán- y el Barça se apuntó a la fiesta aunque solo fuera por un momento. Y le bastó. Neymar combinó con Messi disimulando la espesura de ambos y el argentino celebró, brazalete de capitán en brazo, gol en su partido 500. Los azulgranas ya ganaban por inercia y sin brillo, como el que va bebiendo copa tras copa sin saber muy bien si quiere emborracharse. Con un tanto más superaba al Madrid en el récord goleador anual. En el vestuario, el Barça solo necesitaba más alcohol y el Betis, Prozac.
En el asueto quizás sirvieron cava catalán o alguien recordó del 2-2 ante el Deportivo. A los 45 segundos los culés, en los dedos de Suárez, ya estaban celebrando el fin de año, el fin del partido y el logro anotador. Todo muy al tran tran. Lo que quedaba sirvió para dar descanso a Busquets, mientras Messi sacaba la chistera cuando quería y Neymar se mostraba pasotamente travieso.
Una fiesta, tengas ganas o no de estar en ella, siempre es mejor acompañarla con amigos. Neymar se convirtió en el protagonista obligado del encuentro, porque sus dos camaradas ya habían celebrado gol. Pero Neymar tenía saudade y no estaba por marcar. Asistió a Suarez, que en el encuentro combinó fallos con aciertos. Fallando pero sobre todo acertando se convirtió en pichichi en solitario y superó su cifra de goles con la zamarra blaugrana en la temporada anterior.
El Barça se llevó un partido siempre peligroso, con los polvorones en la tripa. El último partido del año de la MSN sudamericana -conviene recordarlo en estas fechas- no pasará a la historia por ser el más brillante, lo que le da más importancia al 4-0. A ratos hasta deambularon por el campo, pero, junto con el árbitro fueron los culpables de la borrachera. Como en esa fiesta de fin de año a la que te presentas sin saber muy bien por qué en fin de año que vas sin querer pero acabas pillando una curda tan innecesaria como gratificante.
Comments