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El no Real Madrid-Cádiz

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 17 dic 2015
  • 3 Min. de lectura

"Han acabado por atraerme más las cosas que no suceden que las ocurren, y por eso he escrito sobre algo que nunca se produjo, pero que, al no producirse, tuvo más trascendencia que si hubiese ocurrido". El váter de Onetti, Juan Tallón.

En un pasaje de la novela El gran Gatsby, el padre del millonario personaje de Fitzgerald le enseña a Nick Carraway unas anotaciones del pequeño Gatz en un libro. Jimmy tenía el día matemáticamente planificado, desde que se levantaba hasta las nueve de la noche. Se dedicaba actividades diversas que divagaban desde los ejercicios gimnásticos hasta la práctica de dicción. Si Jay Gatsby fuera actual, real y del Real, lo cual ya es mucho suponer, hubiera tenido marcado el partido entre su equipo y el Cádiz en la vuelta de los dieciseisavos de Copa.

Ayer el Real Madrid no disputó el encuentro, y ahí está la noticia. El partido estaba más asentado en el calendario que las actividades de Gatsby o que las copiosas comidas que se vienen. Hubiera supuesto una sorpresa que los de Benítez, por muy desnortados que estén, no hubiera pasado de ronda. Lo de ni tan siquiera jugar el partido de vuelta es ya surrealista. Un fax chupacámaras, un ruso que ya se ha dado al vodka y unos gaditanos componiendo chirigotas a tres meses vista. Ya estábamos todos.

Ayer la plantilla del Real Madrid en lugar de trabajar se fue de cena de empresa, lo cual es macanudo. Y sin el jefe. El acabose. Si el balón hubiera rodado sobre el césped del crispado Bernabéu podría haberse anticipado la sentencia de Benítez, esperando en el cajón desde hace ya un tiempo. Quizás habría significado la enésima goleada fútil de Cristiano Ronaldo, el anotador insaciable a ratos. O, por qué no, podría haber supuesto la eliminación del Cádiz, pese a ganar el encuentro por 1-4, solo por la alineación indebida de un tal Mágico González.

Podría parecer una tontería narrar episodios que no suceden, y de hecho, como la mujer de aquel, además de parecerlo lo es. Pero decía Juan Tallón, un autor recurrente en este humilde cuaderno, que las cosas que no pasan, también pasan. De hecho el escritor gallego llegó a escribir, es más, llegó a publicar un libro sobre la no relación entre César Aira y Roberto Bolaño. Como versa en la citación del propio Tallón, encabezando este panfleto, hay veces que tiene más trascendencia el hecho de que no haya ocurrido. Como un balón al palo que no fue gol o una novia a la fuga. O como un Real Madrid-Cádiz.

Describir algo que no sucede no es un relato onírico, porque ni tan siquiera aparece la decencia de soñarlo. Ni mucho menos es una ucronía, porque no hay nada real en lo que sustentarse. No ha pasado, y Dios -o dios- nos libre de que sea una predicción. Solo se puede encasillar dentro de la narrativa-ficción, eso a lo que intentamos aferrarnos algunos para dárnoslas de vividores o escritores, si es que hay alguna diferencia. La responsabilidad de clasificarla entre utopía, distopía o sitcom ya recae en el receptor.

EscépticosAgnósticosApostólicosRománicos aparte, imaginar e incluso relatar cosas que nunca pasarán puede llegar a ser gratificante. Más tentador es lograr que la gente viaje con nosotros, aunque para ellos suponga una filfa sin igual. En eso James Stewart arrasa. El actor de Pensilvania encarnó en El invisible Harvey a un joven entrañable, educado y bondadoso, aunque con un presumible defecto: a todas partes iba acompañado por un amigo invisible, representado en un conejo de nombre Harvey. Quizás como era afable, el personaje de Stewart digo, instaba a imaginarse que Harvey también lo era. Nadie más veía al conejo, pero todos se lo imaginaban. Cuando Elwood -Stewart en la cinta de Henry Foster- entraba en su bar con dos sombreros y dos americanas, el camarero le preguntaba: "¿Seguro que su amigo no prefiere el reservado?"

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