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La inspiración siempre llama dos veces

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 10 dic 2015
  • 3 Min. de lectura

"La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando", Pablo Picasso

En una entrevista recientemente publicada en El País, Allegri, le contaba a Eleonora Giovio que "los chicos de ahora piensan poco y son poco creativos". La pérdida de creatividad, que el entrenador de la Juventus achaca a haber abandonado la calle como escuela de vida y a la sobreprotección de los padres, hace resentirse al arte, sobre todo al fútbol. Hay muchos que, tan acertada como imprecisamente, consideran a la creatividad el antónimo del esfuerzo. A falta de una, bueno es el otro. El sudor se ha convertido en el aliado de futbolistas con dos pies izquierdos, y el populacho prefiere ya miembros de la Guardia Pretoriana que pintores de la corte.

La inspiración es algo que persigue a escritores, pintores y centrocampistas; en definitiva, creadores o faranduleros, depende como se les quiera llamar. Patrick Süskind ofreció en El perfume la fórmula perfecta en el equilibrio entre esfuerzo e inspiración, y nos aleccionaba diciendo que "el talento sirve de bien poco si no va acompañado por la experiencia, que se logra a fuerza de modestia y aplicación". Por desgracia, no somos tan precisos como su creación, Jean-Baptiste Grenouille, que buscaba con ahínco la dosis perfecta de cada ingrediente en sus perfumes.

La fórmula de la creatividad sigue estando bajo llave en un sótano más hondo que el secreto de la Coca-Cola, aunque hay aproximaciones nada fehacientes. Muchos sostienen que la creatividad es como un engranaje que necesita ponerse en marcha. Si en el fútbol se calienta para no sufrir una rotura de fibras, lo mismo debería de ocurrir con la escritura o sucedáneos. Escribir con ludicez a las primeras de cambio, aparte de ser harto complicado como realizar una espuela en el segundo cinco de partido, podría ocasionar la pérdida irreversible de neuronas.

Otro grupo de artistas buscan la creatividad, o al menos le ponen facilidades para que no rehúya de ellos. Raymond Carver pasó una época de su vida si un lugar tranquilo donde escribir, así que decidió mudar el escritorio a su coche. Ortega y Gasset simplemente decidió cambiar de mesa, y trasladó su soporte a la mesa del comedor, hasta tal punto que la familia pasaba hambre cuando al filósofo se le encendía la bombilla.

Para acabar y no más importante, algunos consideran que es la creatividad la que te elige a ti. Chuck Palahniuk escribió las ocho reglas de El club de la lucha en las horas tediosas de oficina, igual que Juan Tallón escribió en su trabajo Fin de poema. Volviendo al fútbol, el arte que aquí nos atañe, Allegri confiesa que le gusta mucho cazzegiare, palabra italiana que significa perder el tiempo. " Es en los momentos de distracción que a mí me suelen ocurrir cosas para los partidos o los entrenamientos."

La inspiración es como ese autobús que está esperando a oler el humo del cigarro que te acabas de encender para aparecer. Puede cogerte haciéndolo todo o sin hacer nada. Jugándote la vida o perdiendo el tiempo. O incluso haciendo deporte, que más o menos viene a ser lo mismo. Solo deseas acabar para trasplantar tus notas mentales a cualquier sitio; al móvil o contársela a una señora para que las apunte en su lista de la compra. Delante del ordenador nada se ocurría, y ahora las palabras y las ideas fluyen. Tú se las estás dictando a la pobre señora, desnortada y hasta con miedo, pero a ti te las está dictando alguien. Te limitas a transcribirlas con la misma admiración que Salieri copiaba el Confutatis de Mozart.

En ese momento, y solo en esos quince segundos de clímax, vale la pena el estreñimiento creativo de varios días. Igual que todos los caminos conducen a Roma, todas las fuentes de inspiración llevan a la bendita locura, efímera pero pletórica. Calentando, buscándola o esperándola. La inspiración siempre llama dos veces.

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