Más allá del muro de Vallecas
- Sergio Vázquez
- 28 oct 2015
- 2 Min. de lectura
"Ellos me seguían porque me respetaban, porque creían en mí. En el momento en que me arrodille por un rey sureño, todo esto se acaba", Mance Rayder, Juego de Tronos.

Durante la mayor parte de una temporada, los elogios a Paco Jémez abundan, tanto desde periodista como del vulgo de la ciudadanía. Sin embargo, hay cuatro partidos al año en los que quienes le alababan, se pasan al otro lado y le lanzan vituperios. Siempre que el Rayo se enfrenta a Barça o Madrid, se cierne una dicotomía en la opinión sobre el entrenador canario: ¿exagera Paco Jémez sus principios futbolísticos cuando se enfrenta a los grandes? ¿Se le come el personaje del amor por la pelota?
Hay muchos que piensan que el Rayo Vallecano representa a ese pobre niño que, petulante sobre su bicicleta, le dice a su madre aquello de "Mira mamá, sin manos; mira mamá, sin pies". Para muchos, cuando Jémez juega contra los grandes pierde también los dientes. Personalmente, prefiero pensar que el Rayo Vallecano se asemeja a ese anárquico grupo de salvajes que aparece en Juego de Tronos. El Pueblo Libre, como ellos mismo se denominan, reside más allá del Muro. Dentro de él, todo es orden y disciplina, y se deja poco espacio para el libre albedrío para conseguir los objetivos de cada temporada.
Fuera del muro hay personas y jugadores que viven en soledad con la idea de que la libertad y el buen juego deberían ser los pilares en la vida. Paco Jémez, como consigue Mance Ryder en Juego de Tronos, ha logrado unificar un equipo, una afición y una directiva en una idea a la que van a ser fieles. Más allá del muro de Vallecas, las leyes son básicas y apenas existen derechos de propiedad. Pero sí que hay un objeto anhelado que hay que poseer por encima de todo: el balón. Jémez, defensa expeditivo en sus melenudos tiempos, decidió que su filosofía se basaba en torno a la pelota. Igual que Mance Ryder el Rey-Más-Alla-del-Muro, que perteneció a la Guardia de la Noche, pero desertó para convertirse en salvaje tras pronunciar las siguientes palabras: "Me fui al día siguiente...hacia un sitio donde un beso no fuera un crimen y un hombre pudiera vestir la capa que quisiera".
Las leyes escasean, pero las que hay son de obligado cumplimento para todos los días del año. Por eso el Rayo Vallecano saca el balón jugado y adelanta la línea defensiva luche contra quien luche, incluso si delante está el temido ejército de Tywin Lannister. No hay diferencia entre los rivales, porque como le dice Ygrette a Jon Snow, todos los pueblos más allá del Muro son sureños, sin distinción entre ellos. Jémez necesita jugar así los 38 partidos del año para que sus jugadores crean en esa idea y la quieran plasmar hasta el final. Seguirán a Paco Jémez siempre y cuando no se arrodille ante ningún rey sureño.
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