David, olvídate de mí
- Sergio Vázquez
- 25 sept 2015
- 3 Min. de lectura
"Puedes borrar a una persona de tu mente. Sacarla de tu corazón es otra cosa" Olvídate de mí, Michael Gondry

Hoy he visto una película que me ha recordado a David. La protagonizan una pareja formada Jim Carrey y Kate Winslet. Clementine - Winslet- decide someterse a un proceso científico para que borre todos sus recuerdos de su relación con Joel - Carrey-. Despechado, él decide hacer lo mismo. Pero pronto descubren que lo que se ha formado pasionalmente no se puede destruir racionalmente, y ambos se suben a una montaña rusa de sentimientos.
Mi montaña rusa particular empezó ya hace algunos años. Las cosas empezaron a ir mal con Iker. Lo que parecía un amor para toda la vida, empezó a convertirse más en una amistad. Los fines de semana ya no eran como los de antes, y todo empeoró por culpa de un amigo portugués que ya hemos apartado de nuestras vidas. Pero se fue José, que así se llamaba el susodicho y las cosas siguieron sin ir bien. Cuando Iker venía a casa se encontraba con la hostilidad de los míos, y es verdad que se cebaban con cada fallo que cometía. Aunque también es verdad que fallaba más que antes. Yo empecé a flirtear con Keylor, a quien veía algunos fines de semana por Valencia, e incluso me lo encontré en Brasil el anterior verano. Me encapriché, pero al conseguirlo ya me había cansado de él. Mientras se acababa de bombardear el matrimonio con Iker, salía con Keylor algún martes o miércoles, pero yo sabía que la reacción no iba a ir a más.
Llegó este último verano y por fin firmamos el divorcio, aunque tuve que empeñar un riñón para costearlo. El buen tiempo invitaba a salir y conocer gente, y pensé que solo quería algo sin compromiso. Pronto apareció alguien que, casualidad o no, tenía un apellido casi calcado al de Iker. Ya al día siguiente, sin tan siquiera lavarme la cara, me di cuenta de que eso no era lo que buscaba. Quería un compromiso a largo plazo. Me fijé en David y llegué a la conclusión de que iba a ser mi objetivo: buenas maneras, altura, altos conocimientos de inglés y, como guinda, ex de un 'colega' del barrio.
David también estaba pasando una crisis matrimonial y me hacía ojitos siempre que podía, aunque en privado. En nuestras citas a la luz de la luna nos prometimos estar juntos lo antes posible. Pero los días pasaban y tener ya a David suponía perder el otro riñón. Su pareja sabía que el amor se había acabado, pero tiraba de orgullo y no quería facilitar el enlace.
Por miedo a quedarme sin nadie, jugué a dos bandas con Keylor y con David, que era con quien de verdad quería estar. Por eso planeamos una fecha límite de boda: el 31 de agosto. Lo precipitado de los acontecimientos hizo que fuera una ceremonia privada. Aparte de nosotros, estaban Javier, el notario; Jorge, el padre portugués de David; y en la última fila también pudimos ver a Louis, su ex. Keylor, que ya se olía que algo no iba bien, se enteró por otros que me iba a comprometer con David. Quién sabe si por venganza o por autoestima, él empezó a tontear con Louis. Pero para que el revuelto de sentimientos se confirmara, faltaba que alguien trajera los anillos, algo que no sucedió. Todos nos miramos. Yo culpé a Jorge y a Louis, mientras, David no se lo podía creer. En ese momento supimos que no íbamos a estar juntos. Por eso fui rápidamente a buscar a Keylor. Tenía que apostar por él. Por obligación, pero lo iba a hacer.
Ha pasado casi un mes y, aunque parezca mentira, todo ha vuelto a la normalidad. Este lío solo ha servido para perder un riñón y mucho pelo, pero al menos ahora soy convencidamente feliz. Le pedí perdón a Keylor, salimos los martes, los miércoles y ahora también los fines de semana. La verdad es que no tengo queja. David ha vuelto con Louis y él también es feliz. En el fondo me alegro, lo nuestro no ha cuajado pero ahora los dos somos felices. En el interior de nuestros corazones creo que la puerta sigue abierta. Como dice Jim Carrey en Olvídate de mí, nos hemos borrado de nuestra mente, pero no de nuestro corazón.
Comentarios