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Cristiano Ronaldo incendia Cornellà

  • Foto del escritor: Sergio Vázquez
    Sergio Vázquez
  • 12 sept 2015
  • 3 Min. de lectura

"451º Fahrenheit: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde." Ray Bradbury

Salió el Madrid a Cornellà pensando que estaba en Riazor, y no solo por lo blanquiazul de su rival. También en la segunda salida de la temporada pasada, el conjunto blanco dio un festival de goles y le endosó un 2-8 al Deportivo de la Coruña, hatrick de Cristiano Ronaldo incluido.

Ayer no estaban Chicharito ni James, como en Riazor, pero sí Isco y un Bale que está teniendo un inicio de campaña espectacular. Él, Benzema y Modric comandaron al Real Madrid en la primera parte, pero los focos apuntarán a Cristiano Ronaldo. Lo harán porque hay quien se dedicaba a contar sus segundos sin marcar con un reloj de bolsillo. El portugués sofocó el incendio de las últimas semanas y provocó otro. Cristiano Ronaldo emuló a Guy Montag, el protagonista de Fahrenheit 451, donde Bradbury imagina una distopía en la que los bomberos no apagan incendios, los provocan para quemar libros. CR7 incendió el césped de Cornellà-El Prat con otro recital de ambición y puntería y en vez de quemar libros, prefirió quemar todas las portadas de los últimos quince días.

Modric era el conductor del cambión de bomberos y le sirvió en bandeja a Cristiano el primer de sus goles. Su grito resonó en toda Barcelona. El segundo vino de un penalti provocado por Gareth Bale, que también asistió al portugués en el hatrick más tempranero -que no más rápido- en Primera desde 1984, obra de Quique Setién.

El experimento de Sergio se fue al traste con la inestimable ayuda de sus centrales, y la grada perica solo vibraba con el desparpajo de Gerard Moreno. El Madrid frenó en verticalidad, pero le dio tiempo a hacer el cuarto antes del descanso. Ronaldo que, como en los grandes banquetes, llegó con mucho apetito pero se empachó rápido, cedió un balón en bandeja para Benzema en una jugada que había hilvanado el nuevo Bale.

En la segunda mitad quedó claro que Cristiano Ronaldo hizo la digestión de la comilona del primer tiempo. El Espanyol, generoso ayer con su rival, echó la siesta por él. Los pericos en la primera parte no pudieron; en la segunda, ni quisieron. Apenas dieron esperanza a una grada que está más preocupada en vilipendiar al árbitro que en dar alguna reprimenda a su equipo. El optimismo perico reside en los que ayer no estaban, ya sea por cláusulas del pánico -Burgui y Asensió- o por lesiones -Enzo Roco-.

El Real Madrid siguió con la seriedad en la retaguardia -seña de identidad de Benítez- tocó con paciencia y contraatacó de libro, como hizo en el quinto de la tarde. Los minutos de la basura se convirtieron en maquillaje para el conjunto blanco, que perfeccionó la tarde afinando portería, prolongando el amor forzado a Keylor Navas y eliminando cualquier atisbo de duda con Cristiano Ronaldo.

Lucas apareció en lo que ya era más un recreo de colegio que un partido de fútbol. Exprimió sus minutos al máximo y dejó a más de uno tirado en el que fue su césped. En uno de sus endiablados regates le regaló la manita a Cristiano Ronaldo que se llevó, por segunda vez en cuatro meses, el balón de Cornellà-El Prat.

En pleno US Open, el Real Madrid le endosó un set en blanco a un inoperante Espanyol que mucho tiene que mejorar. Benítez, en plena progresión de su plan, aprovechó también para dosificar a Modric, Benzema y Ramos, además de no tener que utilizar a Toni Kroos. Tres puntos, set y partido para el Real Madrid.

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