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Juan Tallón, ese hijo de puta

Hijo de puta. Nunca un insulto dijo tanto. No es un insulto cualquiera. No es ni tan siquiera un insulto. Es un hijo de puta sentido, iniciado con la i sempiterna, como si la h por fin hablara, continuado por una p contundente, cargada con explosivos que dinamitan tus encías. Es un vituperio con historia detrás, casi el mayor halago. Te lo puedes decir a ti mismo o puede venir de otro en forma de admiración, como cuando Dorotohy Parker lo susurró antes los restos de Scott Fitzgerald tras leer El gran Gatsby, tal y como relata el propio Tallón.

Con los libros de Juan Tallón me pasa que nunca me planteo comprarlos. Aparecen y ya está. Los devoró y ya está. En Mientras haya bares encontré una recopilación de artículos simulando ser una serie con capítulos que se engullen con facilidad, transportándote de uno a otro como en tiempos de The Wire o Mad Men. El hilo conductor se bifurca o hasta trifurca en varios motivos por los que es obligatorio leer al escritor gallego. En primer lugar, te trastorna su realismo mágico, entroncado en anécdotas que nunca sabes muy bien si sucedieron de verdad o no. Realmente tampoco te importa. Si ya ni él vislumbra la diferencia, quién eres tú para hacerlo. Forma parte de un contrato que firmas al conocerlo, en el que él se compromete a nutrirte de referencias. La literatura es una deuda constante, afirma en uno de sus artículos, y yo tengo la sensación de que disto mucho de ser un Lannister y nunca saldaré mis deudas con él. Remueve constantemente la "hormigonera", concepto que usó en una reciente charla con Tavares para explicar la constante inquietud cultural y el movimiento incesante al que están expuestas todas las referencias en la cabeza. Hasta que van saliendo, una tras otra, otras tras una, siempre con orden y de forma justificada, como bien demuestra en sus artículos. Os podría retar a intentar no doblar ninguna esquina de sus libros. Yo lo intenté y en la página 14 ya lo estaba flagelando. El libro -cómo huele el libro- empieza en la página 13.

Más allá de espejismos y constante guiños culturales, lo que te pasea por los artículos es el estilo y la voz propia, reconocible en un océano de escritores. Tallón puede ser articulista, novelista, gallego o del Atleti. Pero por encima de todo es escritor. Hay futbolistas que llevan un balón cosido a la bota, él lleva un lápiz atado a la mano. Lo porta como un cigarro, porque no fuma, pero escribir es su vicio. Cuando habla parece que escribe y coge los objetos como si fuera a escribir con ellos. Siempre con el humor inofensivo, simulando ser involuntario, socarrón, a veces incluso socabrón.

No podía acabar sin elaborar una lista. Es más, un ranking. Venga va, un top-3. El de cada uno es como sus manías o sus zapatillas de estar por casa: único e intransferible. Leí a Carrère y me dieron ganas de encontrar a mi Romand. Leí a Capote y quería a mis Clutter. Leí a Tallón y simplemente quería seguir leyendo a Tallón. Ese hijo de puta.

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